27♤ - 《En la taberna》

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     En una apestosa taberna donde había ladrones, jugadores, refinados hombres bebiendo y prostitutas, Martín caminaba al lado de una disfrazada Isis, quien parecía un adolescente que empezaba a meterse en ese mundillo. Un hombre de unos cuarenta años con una descuidada barba le hizo señas a Martín desde una mesa para cuatro personas. El hombre ya tenía una cerveza frente a él.

— ¡Primo! – le saludó el hombre con voz carrasposa, Martín estrechó su mano no tan cómodo. – ¿Quién te acompaña? ¡Mesero, dos cervezas más aquí!

— Ah, este muchacho quiere trabajar conmigo. Es Isaac. – respondió Martín, sin darle mucha importancia.

— Yo no lo había visto por acá, ¿de dónde eres jovencito?

— De Aragón. – respondió Isis, fingiendo una voz masculina y adueñándose de la personalidad que tenía Santos a la edad de quince.

— ¿Y sí quieres trabajar con este santito? – señaló a Martín con su cerveza.

— Sí, he venido a aprender sobre jardinería.

— Hombre, y yo que te iba a invitar al lado divertido. – respondió con decepción, pero tratando de intrigar al "joven".

— ¿Lado divertido? – indagó Isis, interesada.

— ¿Te gustaría navegar, muchacho? Ron, el mar, mujeres, tesoros...

— ¿Cómo... ser pirata? – dijo, en el momento que llevaron las bebidas.

— Claro que sí, ¡salud por eso! – alzó su vaso y bebió.

— He escuchado algunas historias sobre el mar.

— Puedes confirmarlas por ti mismo, si vienes conmigo. He visto tantas cosas que cualquier mente cristiana no creería. Todos esos mitos de los que has escuchado hablar, son ciertos.

— ¿Qué sabes del Triángulo del Diablo? – cuestionó Isis, el hombre casi se ahoga con la cerveza. Isis se sorprendió por la reacción del pirata y compartieron una mirada rápida con Martín.

— Es un lugar maldito. – aseguró por lo bajo, con misterio. – Ningún pirata en su no tan sano juicio quiere ir allí. Es el lugar donde los vivos mueren y los muertos viven.

— ¿Qué?

— Todos los barcos que entran allí no vuelven a salir. – aclaró. – Nadie sabe lo que les sucede, es como si se los tragara el mar.

— ¿Y dónde queda?

— Al sur de las Antillas. Ese lugar es todo un misterio, chico. Muchos piratas esconden sus tesoros por allí con maldiciones o pactos con el diablo.

— Entonces "el Triángulo", ¿es una isla?

— Formada por arrecifes, sí.

— ¿Y qué... qué sabes de Salazar?

— Ah, el Matador resultó corneado. – lamentó, negando con la cabeza. – De hecho, dicen que fue justo ahí donde murió. Otros, dicen que fue por la Habana, a manos de piratas ingleses. – hizo una pausa. – Lo último que escuché, es que fue traicionado por la East India Trading Company. Pero nadie sabe exactamente lo que sucedió. – bebió de su vaso y suspiró. – Realmente, no sé si su muerte fue una pérdida para mí como español, o si debo celebrarlo. Se siente extraño. ¡Un brindis! Por el Matador del mar. – levantó su vaso nuevamente. Martín e Isis se voltearon a ver con los ojos muy abiertos y confundidos, sin embargo, imitaron al hombre. Isis nunca había bebido alcohol, pero lo hizo para no levantar sospechas. Casi lo escupe al momento de tragar. – ¡Olé! – gritó el primo de Martín y rio por la reacción de Isis. Martín arrugó los ojos al momento de probar la cerveza.

Martín e Isis habían ido en un caballo, a esa reunión. Cuando regresaron a la casa y el jardinero aseguraba a la bestia, Isis se soltó el cabello del sombrero que cargaba puesto y suspiró.

— ¿Le creíste algo?

— Lo he escuchado decir disparates. Conozco cuando está fanfarroneando para impresionar, pero esta vez parecía sincero. – respondió Martín, con gesto serio.

— Gracias por acompañarme. – le tomó por el brazo. – Tómate un día libre, cuando lo necesites.

— Se lo agradezco, señorita Isis. Descanse.

Isis fue a su dormitorio, se quitó el disfraz y vistió con ropa de dormir. Había sido una noche interesante: tenía información nueva y otra que sólo confirmaba lo anterior, "el Triángulo del diablo, donde los vivos mueren y los muertos viven". Lo que había dicho Morán, cobraba sentido, aquello sobre los "muertos vivientes". Si era un rumor entre piratas, ¿podía ser posible que su padre estuviera ahí, bajo una maldición?

Escribió todo lo querecordaba de la charla con el primo de Martín. Sumado a todos los mitos queella tenía escritos, sonaba convincente, pero seguía con la incertidumbre. ¿Eraposible regresar de la muerte? ¿Seguiría siendo su padre, el que la amaba o sehabía convertido en un monstruo que no la reconocería? Necesitaba ir a verlocon sus propios ojos, no soportaba más la duda. Si dos personas decían algosimilar, era porque había un poco de verdad en ello. Pero ¿cómo conseguir unanave y tripulación? O tal vez podría escaparse de casa y filtrarse en un navíode piratas, esos asquerosos que causaron la muerte de su padre y aprovechar avengarse de ellos. 

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora