31♤ - 《Estrategias》

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     Al llegar a su casa, Isis bajó del coche con ayuda de José, quien también parecía algo perturbado por lo ocurrido unos minutos atrás. Había hecho que los caballos corrieran lo más rápido que podían, sentía su corazón en cada terminación nerviosa. Al fin sabía por qué Isis estaba haciendo esas preguntas sobre la muerte de su padre, no sólo se trataba de juntar datos. Él, le había comentado lo que sabía sobre "El triángulo del diablo", sin imaginarse que ella estaría dispuesta a partir allí. José iba caminando tras Isis, hasta que ella se detuvo antes de entrar a la casa y se toparon frente con frente.

— Disculpe, señorita. – dijo inmediatamente José, apenado.

— Olvídate de eso. – le restó importancia. – Prepárate, haremos un viaje largo a Madrid. Iremos con el rey.

— ¿Madrid? – preguntó con su quijada abierta.

— ¿Qué? ¿Necesitas tiempo para avisarle a tu esposa? Ve, pero te quiero aquí mañana a primera hora.

— No, no es eso. No... no tengo a quién avisarle. – respondió por lo bajo.

— Entiendo. – suspiró. Cerró sus ojos y volvió a ver a José, quien parecía estar confundido. – Esto parece una locura, lo sé. Pero necesito saber qué ocurre con todos esos mitos que se están levantando sobre mi padre.

— Si me permite decirlo, más que una locura parece algo muy peligroso. No pensé que por eso estaba recopilando información.

— ¿De haberlo sabido, no me habrías dicho nada?

— No estoy seguro. – sonrió apenado. – Al igual que usted, todos deseamos saber qué pasó. Y si no es la primera vez que escucha eso mismo sobre su padre, algo hay. Cuente conmigo. – aseguró.

— Gracias José. Entonces, prepárate. Son diez días fuera.

— Sí, señorita. – salió en busca de lo necesario al establo, mientras Isis se dirigía a paso ligero hacia la casa.

— ¡Cristóbal! – llamó, viendo hacia todos los lugares posibles de donde pudiera salir el mayordomo. – ¡Cristóbal! Hombre, que necesito a todo el mundo y es cuando todos han decidido salir de paseo.

— ¿Mandó a llamarme, señorita Salazar? – llegó diciendo el mayordomo, tratando de ocultar su fatiga.

— Sí, venga. ¡Juana!

— ¡Sí, señorita! – respondió, agitada la sirvienta saliendo de la cocina.

— Ve a buscar al abogado, dile que es urgente. Para hoy mismo, ¿vale?

— Como mande. – Corrió Juana hacia afuera para cumplir con lo que Isis ordenaba.

— ¿Sucede algo? – preguntó Cristóbal, con el ceño fruncido.

— Sucede que me voy a Madrid y luego a buscar a mi padre.

— ¿Su padre? Pero, señorita...

— Está vivo, Cristóbal. Estoy segura de que lo encontraré. Vamos, necesito que hablemos en privado.

— Con gusto.

Cristóbal e Isis, subieron al despacho que era del Capitán Salazar; ella sacó unos papeles de las gavetas del escritorio que tenían timbres legales pegados. Cristóbal la observaba con curiosidad. Había muchas preguntas formulándose en su interior, y no sabía cómo expresarlas sin que Isis se molestara o creyera que estaba en contra de sus planes.

— Señorita Isis. – carraspeó. – ¿Para qué le soy útil en esta ocasión?

— Me iré de viaje, Cristóbal. No sé si regresaré. Es un viaje largo, no sé cómo se darán las circunstancias, pero cuando regrese de Madrid, quiero que ya todo esté arreglado. No puedo perder más tiempo.

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora