23♧ -《Promesas de amor y traición》

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El padre de Isis se pasó a su barco poco antes de la medianoche y le dio ropa limpia a su hija para que se quitara lo que llevaba puesto hacía semanas, le insistió que en el Sigilosa María aún había unos vestidos, pero Isis no aceptó más esa vestimenta, era muy pesada para las labores del barco. Pidió un uniforme: camisa blanca, fajín, pantalones y botas negras con la chaqueta verde oliva y los objetos que, para su desventura, Jack le había regalado: el cinturón, las armas, la espada y la brújula.

Esa noche, el oficial a cargo de ella en el Venganza de la Reina Ana, era su antiguo prometido: Santos. Isis sentía que esas mariposas que le causaba cuando estaba convencida de casarse con él, habían revivido también.

— Eres admirable, Isis. – le dijo, luego ver juntos el cielo y admirar la noche. La joven iba al mando del timón con la brújula abierta, pensando en Jack y el nudo de emociones encontradas que tenía.

— ¿Por qué dices eso?

— Siempre pensé que eras fuerte, independiente y que no necesitarías de un hombre que hiciera las cosas por ti. Pero ¿cruzar el océano, enfrentarte a piratas y seguir viva? Definitivamente no estaba en mi lista de posibilidades para ti. Es digno de admirar.  – ambos sonrieron. Pero al escuchar todo lo que había pasado, la mirada de Isis se tornó triste.

— No fui nada fuerte, Santos. – contestó, cabizbaja luego del nudo en la garganta que comenzaba a formarse. – Cuando no supimos más noticias de ustedes, yo... – no pudo evitar que su voz se quebrara. – Iba todos los días a esperarlos en la playa. Pasé años viendo por el muelle, cada mañana me despertaba con la ilusión de verlos regresar y solo conseguía... la decepción y el dolor en el pecho. No lo soportaba más. Sólo quería morirme...

— Pero no te diste por vencida. – la abrazó. – Puedo entender lo que sientes. Llegué a creer que nunca volvería a verte. Y rompí todas las promesas que te hice. Lo lamento tanto.

— Los perdí a ambos, al mismo tiempo. Te dije que no viajaran, y... ¡maldita sea la hora en que lo decidieron! Nada de esto habría ocurrido... tú y yo, estaríamos casados, con una vida tranquila en Fuerteventura, carajo.

— Y viajando como siempre lo quisiste. – completó el oficial.

— ¿De verdad me habrías llevado a tus viajes? – Isis se separó del abrazo, llena de ilusión, para ver el rostro del joven.

— ¿Y por qué no? Si ponemos esta situación en otra perspectiva, este es nuestro primer viaje juntos. – sonrió Santos, ella se sintió un poco reconfortada.

— Por cierto, encontré esto. – ella sacó de su bolsillo el anillo de compromiso que Jack había robado.

— ¡Tu anillo! – Santos lo tomó, sonriendo.

— Debo decirte que, en tu ausencia me comprometí con Fernando... la gente estaba empezando a murmurar sobre mí. Estaba acostumbrada a que me trataran de loca, pero todo iba más serio y ya no quería más habladurías sobre mi familia.

— ¿Y qué pasó con Fernando? ¿Por qué no te acompañó?

— Murió, en el naufragio de la nave en que veníamos.

— Vale, eso no me lo imaginaba. – se sorprendió. – Bueno, era de esperarse que te comprometieras. Eres joven, inteligente, fuerte, independiente y hermosa, ¿quién no se enamoraría de ti?

— ¿Aún vestida con ropas de hombre?

— Sabes que nunca me ha importado lo que traigas puesto, mejor si es nada. – le guiñó el ojo. Isis sintió cómo la sangre hinchaba sus mejillas.

— ¡Santos, por el amor de dios! – rio.

— Todos estos años, pensaba sólo en ti. Me carcomía la culpa por haber viajado. "Isis tenía razón", me decía tu padre cada poco. Y sólo traía a mi mente, el momento cuando nos despedimos y que corriste a besarme frente a todos... Moss no dejó de fastidiarme en todo el camino de ida. – sonrió. – Pude sentir tu angustia en ese beso... y algo en mi corazón me dijo que no era lo correcto. Pero ya no podía negarme... Y cuando todo esto pasó, tu memoria era mi impulso de vida o lo que era estar en ese impase. Tu recuerdo se fue tornando algo triste y luego imposible.

— Eras tan perfecto para mí. – Isis le acarició la mejilla. – Pensé que tanta felicidad era imposible y mira... 

— ¿Era? ¿Ya no soy perfecto para ti?

— Solo no vuelvas a convertirte en fantasma, por favor. No puedo abrazar, ni besar el aire.

— Ya no.

Ambos no pudieron evitar más la tensión que había en ellos y se besaron, como si pudieran eliminar la falta que se hicieron a lo largo de esos años sin verse. Isis volvía a sentirse como la niña de quince recién experimentando esas emociones y recordando las salidas que se convertían en momentos apasionados a escondidas de su padre.

— Isis, no sé si voy a arruinar este momento como aquella vez. Pero si regresamos a Cádiz, ¿aceptarías casarte conmigo? – preguntó Santos, ofreciéndole el anillo. La joven vio el anillo frente a ella, pensó en toda la falta que le había hecho. Él significaba mucho para Isis. Y tenía razón al pensar que era y seguía siendo perfecto.

— Sí, Santos. – contestó, finalmente. Santos puso el anillo nuevamente, donde tuvo que haber estado todo ese tiempo. – Gracias por tomar en cuenta mi opinión, esta vez.

— No olvidé que estas decisiones debemos tomarlas juntos. Y esta vez, quiero que lo hagas voluntariamente, no porque te obligué o por presión social.

— Estoy tan feliz de haberte encontrado de nuevo. – se colgó de su cuello.

— Yo me siento orgulloso y feliz de tenerte. Ahora sé que no puedo esperar menos de ti, y le haces honor a tu nombre: el de una diosa del mar. – dijo, con grandeza. Pero Isis borró su sonrisa al escuchar eso.

— Espera, ¿qué? – ella sintió que su estómago dio vuelta.

— ¿Dije algo malo? – se preocupó Santos.

— No, no – tenía sus ojos muy abiertos y tragaba saliva, sin realmente hacerlo. – ¿Te puedes encargar del timón por un momento? Debo buscar algo...

— Claro. – frunció el ceño, tomando el timón.

Isis fue rápidamente hacia una pequeña habitación, bajando por la escotilla donde los marineros guardaban algunos objetos valiosos y ella dejaba hasta abajo sus notas. Sacó la hoja donde había apuntado la profecía, y la repasó: Pasada la muerte del Capitán más temido en las aguas, vendrá la diosa en venganza con el gorrión atrapado en el pecho".

Pasada la muerte...Mi padre... pero volvió a la vida, esto quiere decir que la sangre que pagará será la de él. La "diosa", soy yo... "en venganza", estoy en el Venganza, pero ¿el gorrión? – de pronto recordó la charla con su padre. – Sparrow... – tenía sus ojos muy abiertos y las manos temblorosas, por lo que acababa de descifrar. – "atrapado en el pecho", ¿será...? No, no debo...

El amor, nunca ha sido buena decisión en el mar. – dijo alguien tras ella. Isis dio un brinco y como resultado, tiró sus hojas por toda la habitación. Barbossa estaba en la puerta con una sonrisa triunfal.

— ¿Amor? ¿Quién dijo amor? – contestó apresurada, levantando sus hojas.

— Se han visto muchas cosas en estas aguas, señorita Salazar. Pero como buena pirata, debe saber que el amor casi siempre es imposible.

— ¿Me considera una pirata, Capitán?

— De lo contrario, no estaría guiándonos hacia Jack, traicionando sus sentimientos. Es lo que más quiere en este momento, ¿no es así? Verlo. No precisamente para entregárselo a su padre, pero lo hace por él.

— ¿Cómo podría negarle a mi padre la satisfacción de asesinar a quien lo hizo morir en vida? Y si mi padre no completa su misión, yo lo haré. – aseguró. – Hallaré a Jack y lo mataré.

— ¿Podrá, señorita? – Barbossa alzó sus pobladas cejas y sonrió con burla. 

La venganza de la diosa - PDC | Jack SparrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora