Llegó el día que Doña Inés e Isis, menos querían. Antes de partir al muelle, el Capitán Salazar tuvo una charla en privado con Fernando para encargarle a su familia y algunas cosas de la Marina Real, en las que él ya estaba capacitado. Había mucha inquietud en el ambiente, algo de ansiedad y temor.
- Capitán, no está de más recordarle que tiene mi apoyo y total admiración. - decía Fernando.
- Te lo agradezco, hijo. Venceremos, te lo prometo. Debo regresar con mi familia y por eso, también quiero encargártela en este tiempo que no estaré. Cuídalas, son lo más preciado que tengo. Especialmente, cuida de Isis, por favor. Estoy optimista, pero también sé que las cosas se pueden poner feas, así que no la desampares. Recuerda lo que te dije en el viaje a Fuerteventura. Y si no regreso, diles que las amé hasta el último segundo de mi vida.
- Sí, señor. - logró decir a penas, Fernando. - Ellas quedan en buenas manos.
- Ven acá. - le extendió los brazos a Fernando y con un par de palmadas en la espalda, cerraron esa charla emotiva, previa al viaje. - Regresaré, sólo te preparo como siempre. Estos son los últimos piratas y luego de eso, los mares serán puros.
- Así será, señor.
- Bien, es hora. - el Capitán tomó su espada, la casaca negra con blanco, ajustó sus condecoraciones y por último, le extendió la mano a Fernando.
El Sigilosa María estaba listo para zarpar desde el puerto de Santa María. En lugar de compartir la alegría que todos expresaban por la gran empresa que tenían a cargo los tripulantes, Isis y Doña Inés estaban como si fuese un velorio.
Cuando los Salazar se trasladaron a la Marina, la mayor parte de la tripulación ya se encontraba presente y lista para abordar. En cuanto Isis vio a Santos, corrió a sus brazos casi desesperada y lo besó en sus labios, sin importarle que los vieran o lo que dirían los demás.
- Olé, yo también quiero una así. - murmuró el oficial Moss a Magda, quien rio por lo bajo, asintiendo con su cabeza. - Mi mujer casi se alegró de que me iba.
- Es hermoso ver cómo ha crecido esa niña. - continuó Magda. - La veía abordar las naves con el Capitán desde que empezaba a hablar y mírala ahora, por casarse.
- Sí, recuerdo cuando le enseñé algunos tipos de nudos.
- El tiempo vuela, amigo mío. - suspiró y se alejó de la escena.
- No mueras en ese viaje, por favor. - pedía Isis a su prometido, tomándolo por las mejillas.
- No lo haré, te lo prometo. Regresaré para casarnos.
- Aún no entiendo la gana de ustedes dos en irse a este viaje tan peligroso. Pero que sea lo que dios quiera.
- ¿Qué es de la vida sin un poco de peligro? - sonrió Santos y la abrazó.
- ¡Todos a bordo! - gritó el teniente Lesaro desde el barco.
- Sé buena chica. - llegó diciendo el Capitán a Isis, haciéndole un rizo a un lado. - Pórtate bien con tu madre, obedécela, ¿vale?
- Sí, padre.
- Tienes mucho trabajo por hacer en casa, para la boda. Fernando te ayudará en lo que desees, ¿de acuerdo?
- Entiendo. - dijo, tristemente.
- Regresaré para celebrar tu matrimonio. Viajaremos a Fuerteventura para que ocupes esa casa con Santos. - acunó el rostro de su hija en una mano y besó su frente. - Te amo, pequeña mía.
- Yo también, papá. - lo abrazó, soltando el llanto.
Tanto Santos como el Capitán Salazar fueron los últimos en abordar el barco. Doña Inés e Isis veían abrazadas, cómo sus amados se iban a esa batalla, mientras derramaban silenciosas lágrimas y los demás familiares de la tripulación y oficiales, los despedían con la alegría típica que despertaban esas misiones entre la multitud, todos estaban llenos de orgullo porque se iban representando a la Corona Española. Isis no comprendía cómo podían sobreponer ese "honor" a la partida de sus familiares que tenían toda la posibilidad de no poder volver a verlos.
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La venganza de la diosa - PDC | Jack Sparrow
Fiksi PenggemarCádiz, 1708. La pequeña Isis Salazar ha crecido navegando gracias a que su padre, el conocido Capitán Armando Salazar la lleva consigo a sus pequeñas expediciones. Años después, "El Matador del Mar", no regresa de una misión al Caribe, la intuición...