21. EL TERROR ASECHÁNDO

39 8 5
                                    

La trabajadora me entregó las copias que el maestro Sykes dejó para la realización de un trabajo. No podía esperar por las vacaciones, en gran parte porque iría a Suiza con mi vampiro favorito, pero también porque necesitaba un descanso urgente de las clases de Sykes—si me hubieran expulsado todo hubiera quedado de maravilla—.

Si tan solo Estefi se la mamara más profundo para que me regalara el diez también. Lástima que así no funcione la cosa.

Pagué. Damián me prestó dinero. De hecho, me dio mi "domingo" para que no tuviera que recurrir al dinero de mi papá, viendo la cagazón que hice al pedirle una gran suma para salvarle el pellejo al pendejo de Xavier. Ahí fue donde aparte de ser mi mejor amigo y hermano del alma, se convirtió también en mi sugar daddy. Se supone que debe ser alguien mayor, pero bueno. Damián me salió mejor que un viejecito; no tenía que pagarle con sexo.

Desde que le dije a Svahn que lo acompañaría a rescatar a Heidi, mi ánimo mejoró, principalmente gracias a que no dejé de imaginar lo que bien que la pasaríamos solitos y sin nadie chingando. Y en Suiza—que no se olvide—. Claramente tenía toda la intención de jugar mucho con su cuerpecito pecaminoso y que me enseñara más del arte del sexo. Aprovecharía los cuatro días con él para pasarla aún mejor que en nuestro escape en Valle de Guadalupe.

Mi emoción eran tanta que hasta hice una lista con "deseos sexuales por realizar con un vampiro milenario". La primera: hacerlo en un avión y ser parte del Mile High Club. Bueno, lo segundo no era tan importante, pero lo primero sí. Quería experimentar y disfrutar más del sexo y que mejor que con mi adorado novio.

Si no hubiera sido por él seguiría en las penumbras de un sexo estúpido y ebrio.

Salí del centro de copiado, lista para regresar a casa. Tenía mucha tarea que hacer. Maldito Sykes. No sé porque no simplemente me daba de baja. Mi falta de decisión era pésima.

—Hey, chiquita. ¿A dónde tan solita?

Josué—mi cuñado—me cerró el paso justo cuando estaba por subir al auto. Como el estacionamiento del local estaba ocupado, tuve que aparcarme en un estacionamiento público, justo cruzando la calle. Diez pesos por una hora.

—Aléjate de mí.

Intenté abrir el auto. Josué no lo permitió.

—Me encanta cuando te pones brava. Me la pones bien dura—pendejo vulgar. Se aproximó más. Interpuse mis brazos.

—Déjame en paz, Josué.

—Es tu culpa. Quien te manda a estar tan buena.

—No te me acerques.

—Solo quiero un poquito de ti—lo empujé, pero resistió mi ataque, pegándome al auto, tomando mis brazos con fuerza para mantenerlos inmóviles. Sus labios se curvaron, maliciosos. Respiré agitada, temerosa. Intentó besarme, pero moví mi rostro, apretando los labios.

—No sabes cómo me excita tu actitud. Tan indomable—rozó mi cuello. Cerré los ojos, asustada—. Ya me enteré, ¿eh? Le andas abriendo las piernas a ese socio. Te pensé más inteligente, Virza.

—¡Chinga tu madre! —empujé un poco. Sus brazos me rodearon. Pude sentir su erección frotándose contra mí.

Que perro asco.

—Vamos, Virza, házmelo como si fuera tu papi.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco...

Le metí un cabezazo. Fuerte, desestabilizante y casi mortífero. No fue la táctica más inteligente que se me ocurrió, pero era todo o nada. Josué se quejó, alejándose de mí y yo no sé cómo carajos logré mantenerme de pie después de tremendo chingadazo.

Siempre Incorrecta© (#1) +21 ✓ ✓ ✓ COMPLETA [SAGA INCORRECTA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora