1. DESDE DENTRO

145 21 7
                                    

Viernes 12:37 a.m.

La música retumbaba a más no poder en la súper casa de Minerva, una compañera de la universidad. No éramos amigas cercanas, pero siempre que hacía una fiesta mis amigos y yo estábamos presentes. La pachanga nos llamaba y nosotros nunca la dejábamos colgada, no importaba quien era el anfitrión. Minerva era la clásica chica fresa y popular que gustaba por tener casa llena siempre que podía. Le encantaba llamar la atención e invitar a toda la universidad—de ser posible—a sus fiestas, que, no era por nada, estaban muy buenas.

Abraham, mi ex, me interceptó cuando regresaba del baño después de orinar casi dos litros de licor. Se puso frente a mí, cortando mi camino.

—Virza, por favor. ¿No podemos hablarlo? Quiero que volvamos. Estoy seguro que podemos solucionarlo.

Resoplé, harta de su insistencia. Había venido a divertirme, no a tener estos dramas escolares. Intenté esquivarlo: no lo logré.

—Abraham, ya te dije que no. Deja de chingar. No voy a regresar contigo, entiende.

Hacía tres días lo mandé a volar. Solo estuvimos juntos por dos meses, pero esos dos meses fueron suficientes para saber que Abraham y yo no éramos compatibles en absolutamente nada y que mis sentimientos no crecerían por él, ni porque le echara vitaminas a nuestra "plantita de amor".

Ni siquiera entendía cómo fue que acepté andar con él. Físicamente no era del todo feo. Era solo un par de centímetros más alto que yo—mido 1.63—, tez morena, facciones bonitas, pero más allá de eso, no sentía gran cosa por él. No sentía algo wow, ¿entienden? Quizá no. Aparte de eso, era muy intenso. Sentía que en cualquier momento me iba a poner casa, chofer y me iba a sacar de trabajar y yo estaba muy lejos de querer eso—al menos no tan pronto. Y no con él—.

—Me gustas mucho, yo te quiero. Virza...—se acercó—. Anda. Haré lo que quieras, pero por favor.

—No, Abraham—me crucé de brazos, dejándole en claro mi decisión con mi pose y expresión. Ya se lo había dicho muchas veces: no. Claro está que algunos hombres—sino la mayoría—no entienden (mejor dicho, no quieren entender) el poderoso monosílabo no y Abraham era uno de ellos. Desde que lo terminé me ha estado mande y mande y mande mensajes.

Que hastío.

—¿Por qué no? ¿Acaso ya tienes otro? —preguntó herido. Viré los ojos. Con lo que amaba el drama—. Es eso, ¿no? Ya te conseguiste a otro. Mira, podemos...

—No tengo a nadie, solo ya no quiero tener nada contigo—dije tajante, esperando que la información se le quedara en su cabecita.

Me gustaba ser directa. Podía lastimar con mis palabras, lo sabía, pero era mejor que dar falsas esperanzas. Ilusionar a alguien cuando ya no lo quieres es peor que no desear dañar sus corazoncitos y alargar algo sin sentido.

—Virza...—me tomó del brazo, intentando que cambiara de sentir, sin embargo, las cosas no funcionaban así.

—No me harás cambiar de opinión. Lo siento.

Me deshice de su agarre, dando punto final con el tema y esperando desde el fondo de mi ser, que lo haya captado.

Volví con mis amigos.

Aceoto que yo tuve la culpa por intentar algo con él, cuando estaba más que claro que nada nos unía. No teníamos los mismos amigos, ni los mismos gustos... Pensé que acertaría esta vez, pero me equivoqué. De nuevo.

Necesitaba una cerveza para este trago amargo.

Pasé por entre los invitados ebrios que bailaban sin ritmo al son del perreo intenso. La música urbana no era lo mío, sin embargo, con unas buenas chelas encima bailaba lo que fuera.

Siempre Incorrecta© (#1) +21 ✓ ✓ ✓ COMPLETA [SAGA INCORRECTA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora