34. CONFESIONES ENTRE COPAS

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Mal plan. Debía dejar de dejarme llevar por las pendejadas de Damián.

Tragué saliva. Esto estaba mal. ¿Qué mierda se suponía que estaba haciendo? ¿En serio quería ir a esa estúpida fiesta a ver como "nada pasaba" entre Svahn y esa modelo de pasarela? Era una idiota. Una idiota que accedió a seguirle el rollo a su mejor amigo porque no dejaba de chingar con lo mismo. Me lavó el cerebro para hacer lo que él quería y el muy desgraciado se dio el lujo de no acompañarme a mi muerte, cuando él insistió.

Maldita sea.

Las manos me sudaban horrible. Estaba muy nerviosa. Iba sola a la boca del lobo. Damián encontró otra tarjeta dentro de la caja con instrucciones del rumano. Un chofer me llevaría del hotel directo a la mentada fiesta. Antes, Damián me hizo ir al estilista. Al principio creí poder lograrlo, pero conforme las horas pasaron—porque por supuesto, yo no era nada puntual—, mi nerviosismo y ansiedad fueron creciendo. El servicio de peluquería fue personal, de hecho, Damián se hizo cargo de todo—Svahn debió haberle dado dinero—. Solo acepté porque Damián no se cansaba de decir que no podía ir al evento con el cabello deslavado. Y como tonta, le hice caso.

Respiré profundo, viendo a través de la ventana polarizada el exterior luminoso de la ciudad.

No estaba para fiestas, pero ahí iba yo, obediente.

Puta madre.

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El auto bajó la velocidad. Habíamos llegado a una mansión a las afueras de la ciudad. Parecía castillo, con su estructura de piedra. La entrada era circular, como en esas fiestas glamurosas de las películas de James Bond. A pesar de la hora, algunos cuantos estaban llegando apenas, como yo. En cuanto el auto hizo alto total, el chofer bajó. Caminó hasta mi puerta, abriendo.

Respiré profundo, contando mentalmente. La entrada estaba decorada por faroles y estatuas de sirenas. Dos pinos enormes actuaban como guardianes de tan impresionante casona.

Tragué saliva, descendiendo del auto. Mi estómago presentó malestar, de ese cuando estás muerta de nervios sobre lo bueno o malo que encontrarás más adelante. Caminé con mucho cuidado, alzando un poco el vestido para no romperme la madre. Svahn se tomó la molestia de comprarme también unos zapatos de correa que aparecieron mágicamente en mi cuarto al regresar del estilista. Damián hizo otro escándalo porque eran de la marca Yves Saint Laurent. Y no solo eso encontramos. Otra caja más pequeña a comparación de la que contenía el vestido, resguardaba un collar largo y fino de oro blanco, una pulsera gruesa de diamantes y un anillo redondo también de diamantes.

Si eso no era tratar de comprarme entonces no sé qué era.

O bien podía ser todo alquilado. Eso suelen hacer los artistas...O falso, aunque conociendo a Svahn...

Siempre Incorrecta© (#1) +21 ✓ ✓ ✓ COMPLETA [SAGA INCORRECTA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora