23. AZÚCAR QUEMADA

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Abrí la puerta, sacando la cabeza para vomitar en la carretera Transpeninsular, en la colonia Aeropuerto. Las náuseas no me dejaron en paz en todo el trayecto hasta que vomité, aprovechando el semáforo en rojo.

Me limpié la boca con la palma de mi mano, cerrando de un portazo.

Estaba en shock. Asimilando todo.

¿Qué cómo salí de ahí? Pap...él me dejó ir. Me dejó ir porque no tenía miedo de mis acciones, después de todo, nunca he hecho nada. Como dijo, no era la primera vez que despertaba y lo repelía, pero siempre volvía a él.

Siempre.

Él confiaba en mí. En que volvería a encerrarme mentalmente y ser quien él quería que fuera. O que creía era. Pero esta vez no quería volver. Así que me contuve en contar. Me contuve las ganas de ensombrecerlo todo y a su vez lo repasé todo, para no volver.

No iba a volver.

Manejé—sin siquiera saber cómo, solo me puse en modo avión—hasta la Macroplaza del Mar, donde bajé al baño. Enjuagué mi boca, lavando mi rostro, conteniendo mis ganas de llorar y de gritar y explotar. Me peiné, y me miré al espejo.

No podía llorar.

Fui a la tienda Opera y compré maquillaje. Volví al baño público, maquillándome para verme mejor de cómo me sentía. El blush rosa ayudó a esconder lo rojizo de mi mejilla. Sonreí, y cuando estuve lista, volví al auto. Saqué el perfumito que cargaba en la guantera, echándome un poco y así, manejé de nuevo. A mi vida normal donde nada pasaba. Donde sabía podía estar—en cierta medida—a salvo.

Caminé por el campus hasta mi salón. Respiré profundo, tocando a la puerta.

—Siento la tardanza. ¿Puedo pasar? —pregunté a la doctora que impartía la clase de Contabilidad General.

—Casi quince minutos después, señorita Platas—miró a su reloj.

—Lo siento, tuve un contratiempo.

—Bueno, se la dejaré pasar por esta ocasión. Entre.

Ocupé mi asiento. Las chicas me vieron tranquilizadas. Había llegado a tiempo a la clase más importante del día.

***

—No mames. Pensé que no llegarías. Te estábamos llame y llame.

—Sí, ¿Dónde andabas?

—Si fue con Svahn se te perdona.

Me dolió el estómago al escuchar su nombre.

—No, es que... tuve un problema familiar. Y olvidé mi celular.

—¿Le pasó algo a algún familiar? —preguntó Meche preocupada.

—Eh, no, no... Nada grave—sonreí, o al menos eso pretendí.

—¿Segura? Te notas algo... distraída—dijo Estefi.

—Estoy bien—dije, más para mí que para ellas—. Solo me ha dolido mucho la cabeza. No sé, creo que es la falta de alimento.

Reí. Las chicas me miraron fijo.

—Vir...

—¡Se me olvidó abonar a la tarjeta! Ay, no puede ser. Hoy es la fecha de límite de pago y casi lo olvido. El mes pasado gasté mucho con la tarjeta. Me tengo que ir antes de que cierren los bancos. Nos vemos mañana. Bye!

Siempre Incorrecta© (#1) +21 ✓ ✓ ✓ COMPLETA [SAGA INCORRECTA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora