5. Encuentro.

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Petya Petrova.

—¿Qué hizo mi familia? —esa pregunta me hace suspirar con impaciencia. ¿Acaso está fingiendo demencia ante las acciones de su estúpida familia?

—No me vengas con esa mierda, Daimon. Debes estar al tanto de todo lo que pasó.

Daimon da un paso adelante con gran confianza.

—¿Acaso vivo con Corwin?, ¿Acaso estaría aquí hoy si ya lo supiera todo? Tus malditos instintos y lógica están fallando, Petya.

Estuve a punto de responder de la peor manera a su maldito comentario, pero no puedo hacerlo en la calle donde cualquier miembro de mi familia nos puede ver. Así que me doy la vuelta y miro un pequeño almacén, el cual están cerrando.

Apunto mi arma a la mujer que está dentro de este y ella levanta las manos asustada suplicando que no la lastime.

—Lárgate antes que deje de lado mi amabilidad —suelto y la mujer asiente con lágrimas en los ojos, antes de salir corriendo en dirección a la otra calle. Luego me enfoco de nuevo en Daimon—. No podemos hablar en la calle.

Ambos entramos al almacén y cerramos todo, quedándonos adentro para no ser descubiertos.

—¿Qué le pusieron a las drogas?

—Ah, pero estabas al tanto. Eres una mierda

—¿Vamos a hablar de cuál de los dos es más mierda? Porque tu lista es más larga que la mía. Y sí, soy una mierda. Ahora dime que contenía la droga.

Pienso por un momento si debo decírselo o no, aunque no tengo nada que perder al hacerlo. De hecho, necesito ver su reacción. Necesito saber si estuvo involucrado o no.

—Nuestros especialistas las analizaron y estaban adulteradas, pensamos que era solo eso, pero luego se descubrió en ellas una mezcla de sustancias letales. Prácticamente las convirtieron en un veneno.

Daimon permanece pensativo y su reacción me confirma que no estaba al tanto, lastimosamente sigue siendo un jodido Harris.

—Ya me lo imaginaba —vuelve su mirada hacia mí—. ¿Y van por todos nosotros?

—Parece que ahora el de las preguntas estúpidas es otro. ¿También perdiste tu astucia? —lo provoco.

Daimon camina hacia mí y su acción no me desconcierta, ni siquiera me molesta, no tendría por qué hacerlo.

Cuando se coloca frente a mí, coloco mi brazo sobre su pecho de manera abrupta y doy unos pasos hacia adelante, haciéndolo retroceder lentamente.

—Cuidado —espeto—. No permito ese comportamiento. No me provoques.

Daimon agarra mi muñeca y tira de ella, acercando nuestros cuerpos, hasta lograr que nuestros rostros queden a escasos centímetros.

—Lo mismo para ti, Petya. No me provoques. —brama.

—¿O qué? —inquiero con simpleza.

En un movimiento rápido, me toma por la cintura hasta colocar mi cuerpo sobre el mostrador de madera que está en el almacén.

—¿Quieres averiguarlo? —espeta, pasando su mano enguantada por mi cara y cuello hasta que alcanza el tirante de mi blusa y tira de este.

Mi cuerpo reacciona a su toque y cómo no, Daimon tiene el porte del tipo de hombres que me atraen; mirada fría, ojos deslumbrantes, un cuerpo bien conservado con tatuajes y una actitud nada débil. Un hombre muy difícil de manejar, a quien le di una hija.

DAIMON - [Promesas, mentiras y traiciones]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora