32. Adrenalina.

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"—¿Le temes a que te sirva el café?

—No entiendo porque tendría que temerte."

Unos cortos pasos y mi mano tocaría el manillar de la puerta.
Mientras me acercaba al local, miraba con emoción por las ventanas de él, intentando lograr ver su silueta por alguna parte.

Tomo el manillar y entro al local.
Intento calmar mi respiración mientras mis ojos viajan de un lugar a otro, mi sonrisa optimista aún sigue en mi rostro.
Me pongo en la fila aún sin haber muchas personas delante de mí.
Verdaderamente ni pensaba en pedir algo; estaba más pendiente de poder encontrarle.

"Tras intentar pasar la puerta entré a su local. Me acerqué a la barra para pedir lo mismo.

Un cafe solo con hielo, por favor.-"

—Un...café solo con hielo.—Digo frente al mostrador, aunque mis ojos bailaban de un lugar a otro.— Por favor.

Tomo el café en mano y busco el primer lugar libre que vea.

Después de sentarme y dejar el café sobre la mesa no hago más que lo mismo desde que entré.
Muevo mi cabeza de un lado a otro, y mis ojos se mantienen atentos de que él pueda aparecer de repente.
"Tal vez esté en su despacho" Ese pensamiento me hace estar casi al cien por cien segura de ello.
Saco el móvil y entro en nuestra conversación, ni siquiera ha visto el último mensaje que le envié.
Pienso en cualquier mensaje para enviarle, pero me encuentro sin ideas.
Termino por dejarlo a mi derecha, ni siquiera se me ocurre algo.

La pantalla se apaga y mi mano se tiende a remover el café.

Siempre odie sobrepensar de más sobre una persona a la que quiero.

¿Qué más debo de hacer para poder verle? Ni que fuera diferente al resto de veces, pero tal vez se siente especial.

Por un momento el rostro de Hange aparece parpadeante por mi mente. ¿Y si...? La idea me surge, aunque de nuevo le ando buscando respuestas.
La lucha mental entre lo que quisiera hacer o lo que debería es fuerte.

Y más veces ha sucedido esto, ¿verdad?
Toda una lucha entre lo que debería y quisiera.

O tal vez debería esperar...
Mi vista va a la pantalla apagada un par de veces. Lo sé y no lo admito, algo de mí espera que de repente llegue esa notificación tan anhelada.
Espero y espero, y los minutos pasan pero sigo en la misma situación.
El vaso se encuentra vacío y mi cabeza ya no sabe qué pensar. Tomo el móvil y el bolso con el que vení y termino levantándome hasta salir del lugar.

La ilusión de poder encontrarle dentro de la cafetería se contrasta con la expresión en mi rostro, que con solo saber mi larga espera, es previsible.
Aunque la idea de ir a ver a Hange no la he suprimido, pero ni si quiera sabría con qué contexto.
¿Esperar a mañana y tal vez ir a visitarla? Eso me alegra más, tanto que inconscientemente se alcanza a ver una sonrisa donde antes había desmotivación.
E incluso esta vez si llego a ver al azabache seria totalmente diferente.

Quizás, si se tratase de otra persona seria más sencillo.
Alguien, a quien yo no entregué mi alma y corazón en secreto y con candado.

 𝐖𝐢𝐬𝐡𝐞𝐬 | 𝐋𝐞𝐯𝐢 𝐀𝐜𝐤𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora