Capituló 23

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Flavia

Abro mis ojos y lo primero que veo es una pared gris.

Asustada, levantó mi torso de golpe y empiezo a ver mi alrededor.

Hay una mini reja y atrás de ella una puerta cerrada.

¿Dónde estoy?

Los recuerdos son borrosos. Solo me acuerdo de que algo me golpeó fuerte y terminé viendo completamente en negro.

Sigo viendo a mi alrededor y entro en pánico cuando pasa lo que tenía que pasar.

Me levanto de golpe y mi cuerpo empieza a estar caliente.

Las paredes se vuelven más y más chicas.

- ¡Ayuda!- gritó a través de la puerta que tiene rejas- ¡Abran por favor!

Sigo mirando a mi alrededor, la pared se sigue achicando y no me doy cuando ya estoy empezando a sudar.

Mi respiración es irregular y rápida. La pared cada vez se vuelve más y más chica.

Sigo gritando y la vista se me empieza a nublar.

- Ayuda...- digo en un suspiro débil, cayendo al piso.

Es cuestión de segundos cuando ya no puedo hablar y caigo desmayada en el piso.

•••

- Amor, despierta, ¿estás bien?- Mason me despierta con una cara de preocupación.

Miro a mi alrededor. Es nuestro cuarto.

- Flavia, amor, ¿estás bien? Me estás preocupando- me toma la cara entre sus manos.

Sonrío y lo abrazó asintiendo.

- Solo fue una pesadilla. Estoy bien, estoy bien- digo más para mi misma que para él.

Mason me sonríe. Pero me tenso cuando esa imagen queda pausada, como si estuviera viendo una película y la imagen queda trabada.

- ¿Mason?

- ¿Flavia?- la voz de una señora me suena tan lejana.

La imaginen de Mason empieza a desaparecer.

- ¿Mason?

La imagen se desvanece y intentó acercarme pero cuando estoy apunto de tocarlo. Abro los ojos.

- Flavia, despierta.

La misma señora que me encontré en el bosque y atrás de ella dos señoras de su misma edad es lo primero que veo.

Me alejo como si quemaran y me voy lo más atrás de la camilla como puedo.

- ¿Qué me hicieron? Quiero irme, ¿Dónde está Mason? Quiero irme a casa- mis ojos se vuelven llorosos.

Ellas se ríen.

- Querida... no te vas a ir de aquí, te necesitamos para llegar a tu reino. Que fácil me lo dejo la diosa Luna, vos solita viniste a mi.

Otra lagrima traicionera cae de mis ojos.

- Ohh pero no llores- finge pena- No sabía que tenías claustrofobia, pero tranquila ya me he encargado de eso- sonríe.

- Quiero irme a casa. Te doy lo que quieras, pero déjame...

- Shhh, ya niña, no necesito nada. Con que estés aquí está más que bien. Además, no creo que quieras volver con un hombre en el cual no confías lo suficiente como para saber que no te sería infiel.

Mi mate es mi enemigo- vamapia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora