Prólogo

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Amo bailar, estar en el escenario, que mis pies duelan hasta sangrar por las zapatillas de ballet y mis músculos duelan de pasar horas y horas danzando

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Amo bailar, estar en el escenario, que mis pies duelan hasta sangrar por las zapatillas de ballet y mis músculos duelan de pasar horas y horas danzando. No sé si puedan entenderlo, puesto que crece a diario dentro de mí es una pasión que arde dentro de mi ser, lo que define lo que soy. He estado en un estudio de danza desde que tengo memoria, pasaba más horas frente a un espejo practicando que en mi casa o en la escuela con otros niños. Realmente, no recuerdo nada del colegio, mi mamá tomó la decisión de educarme en casa, ya que era más fácil para mí y mis deseos de ser bailarina.

Mis padres estaban orgullosos, me apoyaban y éramos los tres mosqueteros. Papá es como mi súperheroe y mi mamá era todo para mí. Sí, ella lo era, bueno lo sigue siendo, solo que un día mi mamá cuando iba a buscarme a la escuela de ballet en Salt Lake, un maldito en un camión se lo llevó su automóvil por delante, murió al instante, según los médicos no sufrió. A veces me pregunto en mi mente: ¿Si de verdad las personas no sufren al morir? ¿Si es cierto que no sienten nada y que solo se van? Sola en la oscuridad de mi habitación, hablo con ella y le cuento todo lo que sucede en mi vida, anhelando encontrar las respuestas, pero el silencio de la soledad es el que me contesta, recordándome que mi madre no está, que se ha ido.Ahora veo recuerdos de mi infancia, fui feliz, fui muy feliz.

Todo fue perfecto hasta esa noche que entré en ese bar, mi vida iba como lo deseaba, estaba estudiando en Julliard mi último año —mudarme a Nueva York era mi sueño—, pertenecer al American Ballet Theatre, todo estaba planificado, mi entera existencia era el producto de la constancia, la disciplina y el amor. Todos mis sueños estaban cumpliéndose, estaba completa o eso creía, papá me apoyaba en todo lo que estaba haciendo, estaba en paz, para la tranquilidad de él que me visitaba cada vez que podía. Ya no era una chica tímida de pueblo, era una típica neoyorquina que ganas de comerse al mundo, no sé ustedes, hay algo que posee esta ciudad, para mí es como una fábrica de sueños, lo estaba logrando, una chica de veinte dos años con todo lo que deseaba y un día solo se cruzó con el amor de su vida, pero también el peor error.

¿Contradictorio? Lo sé, pero no les miento al asegurarles que él era todo lo que nunca pensé desear y al mismo tiempo todo lo que necesitaba. Sus ojos azules me enamorarían desde el primer segundo. Fue así como me entré en las profundidades de algo desconocido, aquello era todo lo opuesto que buscaba. Sin embargo, las sombras de su amor me llevaron a conocer el maldito infierno de rogar por amor, también bajaría a ese submundo que todos le temen. 

Él, el dueño de un bar, uno oscuro, uno lleno de drogas, sexo sucio y alcohol. Mi cuento de hadas se convertiría en cuento de terror cuando me enamoré de Will Grant, un exmarine que se había convertido en el traficante más grande de Brownville. Él conocería a un ángel y yo al mismo diablo, pero lo bueno y lo malo pueden amarse.

Lo amo y lo amaré.

El problema era que estaba luchando con los horrores del pasado, su maldito presente y la inseguridad del futuro, además de una amenaza que estaba sobre mi cabeza. Todo se iría complicando, los sucesos nos traerán a este preciso momento. Miro sus ojos azules mientras de mi boca emana sangre, mis manos están en mi abdomen tratando de alguna manera de detener la hemorragia mientras me observa horrorizado.

—Stella, no te vayas... —me ruega.

—Mamá... —murmuro cuando la veo aparecer frente a mí.

—Stella, nena, por favor..., quédate...

La paz que hace meses perdí, todo lo que viví me envuelve, puedo verme con mis padres, con mis compañeros bailando, frente a un espejo practicando y con él, William besándome y haciéndome suya.

—Stella, por favor resiste —me pide.

Y no sé, pero de alguna manera siento que me despego de mi cuerpo, me voy sintiendo en una burbuja que me aleja. Escucho sus ruegos, me aferro a ellos, aunque con Will hace mucho perdí la fe.

¿Así comienza mi historia o termina?

RaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora