Capítulo 4

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Vitelio Gambino

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Vitelio Gambino

Miro la ciudad a mis pies, todo lo que pude pensar poseer, lo tengo, todo menos a ella. La vi una vez y desde entonces lo supe, estaba seguro de que debía ser mía, comprendía de que era una locura, que nunca obligaría a una mujer a estar conmigo, pero encontraría la manera de controlarla, de quebrarla y que se entregara voluntariamente a mí.

Tenía mujeres haciendo fila para convertirse en la esposa de Vitelio Gambino, solo que la rubia con rostro de ángel me obsesionó, verla en aquel escenario mientras se movía como si estuviera volando, ella sonriendo mientras realizaba cada movimiento sutil, que marcaba los músculos de sus piernas torneadas, las misma que he imaginado cada noche que me envuelven mientras empujo mi polla contra su pelvis y su coño se envuelve como un guante.

Vivo dos vidas.

Tengo dos rostros.

El mundo conoce a Vitelio Gambino el hombre que ha hecho un imperio a pesar del pasado de su familia, sin embargo, por mis venas corre la sangre de milenios de tradición, puede que sea americano por nacimiento, pero soy italiano por educación y maldita sea, soy un hombre de honor en todos los sentidos de la palabra.

La puerta se abre, me giro para ver entrar a mi hermano Carmine, mi sottocapo y mi mejor hombre. Me siento en mi silla, el trono como muchas veces bromea mi mejor amigo, él es al único al que le confiaría mi vida entera, pero al mismo tiempo estoy seguro que si doy un paso en falso, será él mismo que me clavaría una daga para quedarse con mi puesto. En la mafia, no hay verdaderas amistades, ni siquiera en la familia puedes confiar, solo mírame a mí que envenené a mi padre para ser el jefe.

—Nuestro primo Maurizio está tratando de localizarte.

Me informa y los Lombardo es lo único que aprecio, por mi madre, ella siempre amó a Sylvana la madre de Alessandro y Maurizio.

—¿Qué desea? —pregunto.

Si me solicita por medio de mi sottocapo, tiene que ver con los negocios. Hace mucho tiempo que no sé de ellos, la última vez que tuve contacto fue cuando trataban de averiguar sobre Carlo Falcone, el gran grano de culo que tuve por años en la ciudad junto al maldito de Mario Genovese

—Creo que va a interesarte, tienes algo pendiente con quién se enfrenta en este momento.Alzo mi ceja.

—¿Quién? —inquiero.

Sabe que molestan los rodeos, siempre he odiado que den vueltas para decirme lo que deben. Observo mi reloj aburrido tengo exactamente una hora para estar listo, creo que me tocará vestirme aquí para llegar al teatro justo a tiempo.

—Tu peor pesadilla está vivo. —Cuando pronuncia las dos últimas palabras ligadas al nombre del maldito que me arrebató todo lo quise alguna vez, me quedo paralizado—. Tienes que ir a Italia.

Niego moviendo mi cabeza, supuestamente había muerto y ellos mismo lo habían eliminado. Sin pensarlo tomo mi móvil y marco a Maurizio, sé que es de madrugada, sin embargo, atiende al segundo tono.

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