Capítulo 11

243 40 8
                                    

Stella

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Stella

Cuando me doy cuenta de que se ha ido y que llevo bastante tiempo llorando aturdida, me levanto del piso. Toco mi cuello y el dolor me atraviesa, creo por un segundo que me ha roto la tráquea, corro hasta el espejo y bajo para ver mi piel enrojecida por sus manos.

—Dios, ¿qué es esto? —sollozo y escucho mi voz salir áspera.

Me duele, me duele a horrores. Nunca imaginé que algo así podría sucederme, no puedo acercarme a Stacie, no puedo acercarme a él. Exhalo asustada cuando se me pasa por la mente que debo denunciarlo, que no tengo que temer a un hombre que tiene más posibilidades de estar en las rejas.

Mi teléfono fijo suena y él único que me llama ahí es mi padre, corro a contestar antes que crea que me han hecho daño.

—Papá... —musito.

—¿Estás bien? —Esa pregunta y esas dos palabras, no puedo contarle a mi padre lo que acaba de suceder.

—Lo estoy —miento.

Suelta todo el aire como si de alguna manera intuyera que estoy mal, que lo necesito y que desearía salir corriendo a Salt Lake.

—Abby está en casa, me recordó que no la llamas, deberías hacerlo, cielo...

Abby, mi única amiga, tal vez ella podría ayudarme.

—Lo haré lo prometo...

—Hija mía —murmura con tristeza—. Estos días son tan difíciles.

Contengo el deseo de llorar, el dolor que me invade y sé a lo que se refiere, mi madre, que ella no esté y que yo esta es mi primera navidades lejos de casa, todo lo hace más triste para los dos.

—Debiste quedarte —murmuro—, aquí es hermoso pasar la Navidad, podíamos caminar por Central Park, ir a patinar sobre hielo y comer dulces hasta que nos doliera el estómago.

Se ríe.

—Sigues siendo una niña traviesa, hija mía.

Mi padre es sumamente joven, apenas tiene cuarenta y cuatro años, mamá y él se dieron el sí quiero cuando tenía dieciocho.

—Papá suenas como un hombre de setenta y apenas comienzas lo cuarenta, mamá odiaría escucharte así.

Gime.

—Lo sé, pero desde que la perdí siento que estoy... —Se calla y cambia drásticamente de tema

—. Tu abuela piensa que vendrás en el descanso de primavera, además todos desean celebrar que te graduarás.

Me remuevo incómoda y escucho la puerta abrirse, abro los ojos asustada mientras observo a William Gran entrar nuevamente a mi casa. Tiemblo del miedo.

—Papá, te llamo luego, ¿vale?

—Stella, ¿estás segura que va todo bien?

—Sí, dile a nana que hare lo imposible para pasarme el descanso con ustedes en Idaho.

RaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora