¿Qué haces cuando tienes tu vida planeada y el destino te cruza con el amor y el caos?
Todo lo prohibido es deseado.
Will Grant es un hombre atormentado, un criminal de guerra y un traficante que lucha con demonios que lo obligan a dejar la luz atrá...
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Stella
El ruido de la ciudad es ahogado por el sistema en los ventanales, Helen ha ido a su habitación y he aprovechado para admirar todo desde aquí arriba. Suspiro cuando los ojos azules más sinceros que alguna vez encontraré se pasan por mi mente. Will es un misterio, sin embargo, esto no es un juego de acertijos y descubrir lo que oculta tal vez termine haciéndome daño.
—Perteneces a un lugar como este, una reina que necesita un reino...
La voz de Vitelio Gambino vibra a mi espalda, alzo mi mirada y puedo verlo a través del vidrio. Alto como de uno noventa, atlético, su cabello oscuro y ojos castaños hacen que sea una visión agradable, solo que su sonrisa no provoca cosquillas en mi estómago o alguna emoción, mas bien me da mucho miedo.
—Pertenezco a un escenario, ese es mi reino —respondo girándome.
Su mirada me recorre de arriba abajo y quisiera escaparme de su escrutinio, me cruzo de brazos para protegerme de alguna manera.
—Deberías estar envuelta en seda y no en algodón corriente.
Suelto una carcajada.
—No soy una mujer que muera por seda y zapatos finos, señor Gambino.
—¿Por qué mueres?
—Por bailar, por la nieve y las montañas en Salt Lake, me muero por la risa de mi madre, por la sonrisa de mis alumnas y ayudar a los demás.
Borro la sonrisa de su rostro con mi respuesta, lo que me hace sentirme bastante bien, hay hombres con dinero que creen ir por la vida comprando lo que deseen y eso incluye mujeres.
—Eres diferente a muchas mujeres que conozco, señorita Carter.
Deseo poner los ojos en blanco, evito hacerlo ya que mi madre decía que era un gesto de muy mala educación y este hombre dona todos los años una cantidad exacerbada de dinero a la compañía.
—No todas las mujeres aspiramos a joyas y sedas, tal vez algunas no conformamos con mucho menos.
Sus ojos fulgen de una manera especial cuando termino la frase, poco a poco esa sonrisa arrogante se dibuja de nuevo en su rostro. Parece un modelo de Dolce & Gabanna vestido de un traje de sastre hecho a la medida de color negro.
—Tal vez es mi educación italiana, pero si fueras mía te cubriría con ropa de alta costura y diamantes.
Usted lo ha dicho, si fuera suya, no lo soy, señor Gambino.
Helen aparece y se queda mirándonos, sonrío y camino para conversar con ella. Paso al lado de Vitelio y me toma del brazo, me atrae a su cuerpo para susurrarme al oído:
—Eres mía, Stella, solo tienes que aceptarlo.
Levanto mi mirada desafiándolo, suelta una risita burlona y me suelto, si cree que le pertenezco por el solo hecho de que soy la bailarina de la compañía, está equivocado. Regreso a la cocina, Helen me observa con preocupación. No me gusta para nada esto, cuando la comida llega, los cuatro cenamos y la conversación es tensa, los temas no fluyen, pues es, si de alguna manera, los Davis le temen a Gambino. Terminamos y evito a toda costa que me obliguen a irme con él.