Capítulo 34

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Will

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Will

Encontrar a Josh fue como buscar una maldita aguja en un pajar, sabía que si sobrevivía, lo buscaría para asesinarlo con mis manos. Mis contactos me han traído hasta este pequeño pueblo en Dakota del Norte, lo encontré follando con una mujer que asesiné sin explicaciones.Su cuerpo está suspendido del techo del granero, desnudo y lleno de sangre, la adrenalina aún corre por su sistema sanguíneo porque se ríe de todo lo que hago.

—¿Te diviertes? —pregunto.

Escupe hacia a mí y logro quitarme, pongo los ojos en blanco y me quedo esperando una respuesta.

—Sabía que vendrías detrás de mí, estaba cansado de seguir las reglas de una basura que es igual a mí, siempre te creíste superior a todos, ¿recuerdas Libia?

Fue en ese país que me crucé con ese maldito, sé todo lo que desea recordarme, lo que hicieron nuestros colegas y traté de evitar, las violaciones, los asesinatos a mujeres inocentes, todavía creía en los ideales patrióticos, los que fui perdiendo a medida que presentaban situaciones como esas.

—Recuerdo que te convertiste en un maldito criminal violando esas niñas. —Se ríe al escucharme—. Nunca me creí mejor, porque finalmente era un asesino a sueldo como ustedes.

—Todos te odiábamos y nos denunciaste, siempre supe que fuiste tú, lo supe y quise asesinarte, esperé paciente la oportunidad, fui yo quien le contó a tu papi que te habías convertido en un traficante —se burla—, disfruté ver su cara cuando se dio cuenta de que su bebito no era lo que imaginaba.

Busco la picana mientras la ira corre por mis venas, los dos fuimos entrenados para soportar esto y más, la tortura es más peligrosa cuando se hace metódicamente, cuando aprendes a quebrar mentalmente a tus víctimas. Nunca he sido de métodos para atormentar a mis enemigos, me gustan los asesinatos limpios, una bala en la frente que borre para siempre a la maldita escoria de la faz de la tierra.

Me aburría ver a los italianos tratando de enseñarme a torturar, me burlaba de ellos y cuando pude quebrantar la voluntad de varios numerales, me hice una leyenda en las calles de Nueva York como el hombre al que no le temblaba el pulso para asesinar a cualquiera, los jefes de las familias me contrataban para hacer sus asesinatos limpios y rápidos, me pagaban por quitarle la vida a políticos y a todo aquel que interfería en sus negocios.

—Realmente, no me importa lo que hiciste en el pasado, me importa lo que hiciste hace un mes.

Se ríe.

—Entregué a Dave, fue divertido ver cómo lo torturaban y el maldito resistía. —Comienzo a ver rojo—. Me botaste como a un perro de tu bar, crees que eres mejor que cualquiera y eres un drogadicto al igual que todos, los del club desean lo mismo que yo, quitarte todo.

—No es un maldito club, no soy un maldito motero, puede que tomáramos rutas, pero nunca pensé en tener un montón de seguidores, el bar es un lugar donde podemos drogarnos y follar sin preocuparnos, ustedes no son más que unos idiotas al creer que era un club de amigos.

RaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora