Capítulo 33

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Stella

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Stella

Un mes después...

Me despierto con los primeros rayos del sol entrando por mi habitación, escucho a Abby cantar afuera y me quedo en la cama mirando el techo. No deseo nada más que dormir para no vivir la realidad, se llama evadir, e hice lo mismo después de la muerte de mi madre, pero este es un luto triple.

Perdí a mi abuela.

Perdí a mi papá.

Y él se fue, porque el camino que siempre tomará un cobarde, será huir de lo que le da miedo. Me estoy convirtiendo en una, tengo miedo de verle la cara a mis tíos y primos, tengo terror de enfrentar a mis compañeros, solo Abby me da paz entre el infierno que vivo. Will se ha ido, después de que me visitó no volvió más, siento que me rompió en miles de pedazos, que por más banditas que me coloque, no tengo reparación, se fue por voluntad propia, fue él quien renunció a lo nuestro antes de intentarlo.

—¡Stella, levántate! —me ordena Abby desde la puerta—. ¡Sal de esa maldita cama!

Me giro dándole la espalda mientras las lágrimas me golpean, suelto un sollozo que suena a un alarido de dolor. Mi mejor amiga se acerca a la cama para abrazarme, me gira y me acurruco entre sus brazos mientras dejo que el dolor salga de mi cuerpo. Los seres humanos vivimos apegados al ayer, no es difícil soltar para seguir y ahí es donde está el problema, el no dejar ir lo que nos hace daño, nos lastima.

—Stella, no puedes derrumbarte, la vida te ha dado una segunda oportunidad, mira el lado bueno de todo lo que sucede, tienes la oportunidad de una vida normal, de ser feliz y no vivir en la miseria de la melancolía, que valga la pena la muerte de tu padre, que estoy segura de que dio la vida por ti.

—¿Cómo puedes pedirme eso? —murmuro—. Soy la culpable de la muerte de todos, mi mamá tuvo el accidente por irme a buscar, mi abuela estaba en el lugar equivocado, mi papá...

—Stella, no te regodees en la miseria. —Ella es la única que sabe la verdad de todo lo que sucedió, por un momento pensé que estuve secuestrada, que era cierto lo que decía la policía pero cuando desperté del letargo del dolor, recordé que era real, que nada fue un sueño y que maldita sea soy la única culpable—. Vive, Stella, vive.

—¿Cómo voy a vivir? —inquiero.

—Vas a vivir, porque no puedes sentarte aquí a esperar a que vuelva, no es sano, Stella, la vida continúa y el tiempo cerrará esa herida.

—Pero lo amo, perdí todo y él me abandona, no es justo...

—No, nada de lo que estás viviendo es justo, pero sabías que tu amor por ese hombre tenía fecha de caducidad, que no era sano estar junto a él.

—Me estoy muriendo —lloro—, sueño que viene a buscarme, como aquella noche que no podía alejarse, como lo hizo en cada discusión y cuando lo más necesito, me deja, Abby, lo necesito.

RaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora