Capítulo 12

267 44 25
                                        

Stella

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Stella

El crepitar del fuego es como una nana que me arrulla y canto una canción en voz baja mientras las llamas saltan en la chimenea. En esta parte del estado la nieve es inmaculada como en casa, cae como tormenta mientras estoy en una casa encerrada con un hombre que apenas conozco, sin embargo, debo confesar que me muero por conocerlo. Por desenmarañar todo lo que hay dentro de su mente, conocer su corazón y estoy segura que es un error, pero es como bailar, no puedo dejarlo de desear.

Supe cuando mis ojos se cruzaron con la mirada azul del vikingo del bar que estaba perdida, lo supe en mi entrañas, tenía miedo porque simplemente a veces lo prohibido puede ser más atrayente que cualquier otra cosa. Toco mi cuello, tengo miedo de que vuelva hacerme daño, sin embargo, el arrepentimiento que pude ver en sus ojos, me dice que se cortaría la mano antes de volverme a lastimar.

Mi madre decía que los ojos son las ventanas del alma, que a través de ellos podíamos leer las emociones que una persona no podía manifestar, esas que muchas escondemos por miedo de ser juzgados.

Yo misma he sido el juez, sin conocerlo me dejé guiar por lo que piensa Tess sobre su cuñado, ¿qué puedo hacer? Lo escucho acercarse y tiemblo del miedo, levanto mi mirada para encontrarme con la suya, tiene un jean desgastado, una camiseta negra y una camisa a cuadros, su barba llega casi a su pecho, puedo ver sus antebrazos llenos de tatuajes. Sé muy bien que su dorso está lleno de imágenes en blanco negro.

—Ven a comer —me dice ofreciéndome sus mano.

Niego mientras me abrazo apretando mis rodillas contra mi pecho, no puedo entender la contradicción de mis sentimientos, muero por conocerlo y al mismo tiempo le temo. «Casi te ahorca, debes temerle», me dice la parte racional de mi mente.

—No te comportes como una niña, viniste por voluntad propia.

Resoplo y lo desafío.

—¿Voluntad propia? —cuestiono—. Te lanzaste sobre mí y me obligaste, eso no es voluntad propia.

—Stella, solo te pido me dejes mostrarte quién soy...

Sonrío triste.

—Un drogadicto, ya lo vi con mis propios ojos —murmuro—, pensé que te había juzgado por culpa de Tess, pero intentaste ahorcarme.

Cierra sus ojos mientras deja caer su brazo, sus puños comienzan a abrirse y a cerrarse, su respiración se vuelve errática.

—Nunca entenderías porque lo hice —contesta mirándome con rabia—. Eres mía, lo supe cuando tus ojitos me comieron cuando viste por primera vez.

Comienzo a reírme histéricamente, maldigo esa noche, aceptar la invitación de Travis, tal vez si hubiese seguido sin amigos, sin molestarme porque no tengo a nadie a mi lado, nunca habría entrado a su maldito bar.

—No me interesas, esa noche supe que eras un maldito criminal...

No me da tiempo de reaccionar cuando lo tengo frente a mí, me toma por el cuello y coloco mis manos tratando de protegerme. Esquiva mi mirada y me suelta, suelto un sollozo asustada.

RaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora