Capítulo 22

196 32 51
                                    

Stella

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Stella


Observo la paredes de la casa en la que me dejó William luego de irlo a buscar. Todavía puedo recordar las palabras de Vitelio Gambino, cómo fueron encajando las piezas del rompecabezas en su lugar.

Steve nunca creyó en mi talento, simplemente me llevó a la academia para venderme al mejor postor. Helena trató de ser mi amiga para saber de sobre mí y así poder ganarse mi confianza, engañarme y tal vez esté haciendo el papel de víctima, solo que me sorprende la capacidad de las personas para engañar, al parecer lo único que era real fue que pude cumplir mi sueño de bailar frente a miles de personas en un teatro conocido.

Suspiro decepcionada de lo que se ha convertido mi vida en este momento. Ese sexto sentido que a todos nos advierte, me avisó las veces que me encontré con Gambino, que él no era de fiar. Las vibras son reales, hay momentos que de verdad uno sabe que no debes ir a un lugar, que no debes confiar en una persona y preferimos ignorar las señales, termina sucediendo cosas como esta.

La puerta se abre dejando entrar a Will con Stacie en brazos. Me levanto corriendo para abrazarlo, deja escapar un suspiro de alivio. Estamos en una casa acomodada de Chelsea, no pega para nada con la apariencia de chico malo de él. Me separo para dejarlo entrar, acaricia mi rostro con una sonrisa y me señala con su cabeza la escalera.

Lo sigo, pienso que lo seguiría al fin del mundo si fuera necesario. Todavía trato de descifrar lo que siento por William Grant, pero de algo estoy segura que los dos cruzamos avenidas llenas de miedo e inseguridades. Llegamos a una habitación decorada de color rosado y muchas bailarinas, este lugar es el hogar que se le niega darle a Stacie, nos ha traído a un sitio en que nadie se le ocurriría buscarnos. Acuesta a la pequeña sobre su cama, le da un beso en la coronilla y me siento como una voyerista observando como un placer culposo lo tierno que puede ser con su hija.

Stacie se remueve mientras mi Vikingo la tapa con la malta, la observa dormir profundamente. Hay amor en esas esquinas oscuras de su corazón, hay esperanzas que pueda encontrar un poco luz, esa que solo le muestra a su hija. Enciende la luz de una pequeña lámpara y camina hacia a mí, me toma por la cintura atrayéndome hacia su cuerpo, besa mi coronilla y cierro los ojos tratando de grabar este momento tan íntimo tan diferente.

—Eres un maldito ángel, Muñeca porcelana y haces que desee protegerte y al mismo tiempo que desee correr, porque me siento tan impuro...

Sus palabras me hacen mirarlo, sus ojos azules como el mar profundo están fijos en mí. Subo mi mano temblando para acariciar su mejilla, percibo el vello espeso de su barba que es como una capa que debo atravesar para llegar al calor de su piel. Su mano acaricia la mía pegándola un poco más. Besa la parte interna de mi muñeca mientras nos observamos, no hay palabras, solo caricias que son el lenguaje muchas veces de todo lo que no podemos definir con palabras.

En un arrebato me carga para echarme sobre sus hombros, suelto un grito de puro susto. Camina hasta la habitación al final del pasillo, abre la puerta y me deja en el suelo, me quedo sin habla al ver el lugar, una cama tamaño King size, con un edredón color negro con almohadas de color rojo. Siento su calor detrás de mí, sus manos me recorren lentamente por los brazos y me pego tratando de buscar algo más de contacto, sus labios recorren mi cuello en una caricia fatal que es capaz de encenderme.

RaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora