Parte 38

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La noche y el frío otoñal transformaban el escenario de por sí terrorífico en uno sepulcral; uno donde ya no había un ser vivo que salvar, que proteger o que seguir; uno donde las almas en pena transitaban lamentándose y quejándose dolorosamente.

Aquella abadía distaba muy lejos de parecer el infierno; el limbo se ajustaba mejor a su descripción.

El silencio lo gobernaba todo. Nadie en ese lugar emitía una señal de vida; mucho menos los involucrados que ya habían esparcido su maldad y ahora lidiaban con las consecuencias de sus actos. Actos que se gozaban en una facción y en otra, se despedazaban en agonía e inquietud. Y durante esa madrugada aterradora, las desgracias no venían solas para esos diabólicos seres que profanaron la abadía y a sus ocupantes.

Cuando planearon su asalto, ninguno de los tres hombres se imaginó que su fechoría terminaría con tintes de muerte y desolación. Nunca pasó por sus cabezas que ese lugar lúgubre y apartado de la civilización estuviera ocupado y resguardado por otro humano. Y mucho menos, hubiesen creído que ese extraño hombre vendado, débil y solitario se defendería y lucharía hasta las últimas consecuencias.

Ninguno de ellos vaticinó que el infierno los tragaría de la peor de las formas, y una en la que ya no podrían escapar.

Sobre todo aquel hombre que recibió la primera resistencia de Jason; aquel que cayó con el disparo de una de sus propias armas; aquel que ahora ya no se movía, ya no respiraba, ya no reaccionaba y ya no conservaba temperatura.

Ese hombre, luego de horas enteras de dejar salir su sangre y no recibir los cuidados mínimos, ahora yacía sin vida en brazos de su compinche.

Ya no había vuelta atrás. Quien se suponía lo vigilaba y trataba de contener la hemorragia, en esos instantes se horrorizó viendo la escena completa. No había modo de hacer que su compañero volviera a la vida. Toda ella se escapó con la sangre de su cuerpo. Ese ladrón de poca monta ya estaba muerto y nada se podía cambiar.

Quien le sobrevivía se pasmó en cuanto lo sacudió decenas de veces y vio que su camarada colgaba la cabeza sin fuerza y sin resistencia. El trauma fue inmenso. No lo podía creer. Hasta hace unas horas, los tres entraron a ese terreno buscando algo de valor y para entonces, uno de ellos estaba muerto y el otro se enajenaba violento con el dueño de la propiedad.

No fue hasta ver el cadáver de su amigo que Steve cayó en cuenta de la gravedad de sus acciones. Cualquier salida sin preocupaciones se había esfumado.

El hombre entró en pánico y empujó el cuerpo sin vida de su amigo. Se levantó desesperado y angustiado. Viró buscando la salida de la capilla y abandonó todo en cuanto decidió salir del lugar corriendo.

Atravesó como un demente el pasillo, tropezando con sus propios pies y golpeándose contra el muro. Ni siquiera respiraba cuando se topó con el exterior. Atravesó como perro malherido los arbustos dirigiéndose a aquella tenue luz de la lámpara de su compañero.

Mientras más se acercaba, podía dilucidar algunas maldiciones por parte del victimario y algunos quejidos sutiles de parte de la víctima. No prestó atención a eso. La última vez que fue a darle parte a Carlson vio que estaba maltratando al dueño de la casa para sacarle información; estúpidamente, pensó que continuaría en lo mismo. Y aunque no estaba de acuerdo con los métodos, no podía, ni quería desobedecer a su amigo; pues no deseaba ocupar el lugar del sujeto que recibía la golpiza.

Entonces corrió presa del pánico y la desesperación. Lo más importante para él en esos instantes era escapar de la muerte que ya presentía y que había comenzado a perseguirlos.

Parecía hipnotizado por sus zancadas. Su prioridad era llegar con Carlson y decirle que Josh estaba muerto y que no se quedaría a encontrarse él mismo con su final. Estaba desesperado por rogar salir inmediatamente de aquel endiablado sitio.

Kidnapper Peach [TimJay]Where stories live. Discover now