Parte 8

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Despertó Jason de manera violenta. La imagen de Timothy permaneció en sus recuerdos. Se talló la cara en un intento por despabilarse. El cuerpo entero le dolía y le pesaba moverse.

-¿Qué fue eso? –Se preguntó trastabillando mientras bajaba de la cama-. ¿Qué tiene que ver Tim en todo esto? ¿Por qué soñé con él? Empiezo a enloquecer... –Concluyó virando en todas direcciones, buscando a su cuidador, llamándolo con su presencia-.

Nadie le respondió. Volvió a dejarse guiar para que su sombra apelara al enmascarado, pero acalló sus intentos al hallarse en completa soledad. Entonces se aventuró a escudriñar descalzo cada rincón de aquella capilla. Revisó el sofá, atrás del altar, detrás de las columnas, no había nadie más. Se adentró luego a la sala de baño encontrándola igual de solitaria. Ahora sólo le faltaba la silente cocina. Se internó pues en aquel sitio. El lugar era amplio, acondicionado a esa ala extra de la capilla. Los vitrales la iluminaban perfectamente, como si de una revelación mágica se tratara.

Una mesa de madera en el medio completaba el recuadro de sus accesorios. Con la imagen centelleante frente a sí, de pronto se le olvidó por qué estaba ahí en primer lugar. En todo esa guarida, nada le parecía realmente fuera de lo común; tenía una cama amplia, suave y limpia para dormir, muebles de baño pulcros, grandes y elegantes para asearse, un sofá considerablemente largo y ancho para descansar, una televisión y un lugar clásico para alimentarse en el comedor improvisado, nada especial. Sin embargo, al admirar la gigantesca nevera, el fregadero brillante y los calentadores casi profesionales, su boca permaneció abierta unos segundos. Muy dentro se emocionó pensando en lo que podría cocinar, en lo que podría comer, en lo que podría crear. Sin disimulo, se aproximó al refrigerador plateado abriéndolo y topándose con todos los niveles repletos de comida. Sonrió infantilmente. Viró sobre sus talones buscando con su vista impaciente las alacenas. Le faltó poco para correr a ellas y descubrir decenas de ingredientes, cajas y frascos. Ya no pudo ocultar su marcada sonrisa.

Arriba de la plancha principal colgaban los utensilios y las cacerolas, se sentía un poco tonto el no haberse dado cuenta antes de toda esa decoración. Le dio crédito a su captor por haberse esforzado en equipar sobre adecuadamente la cocina, pero el sólo pensar en él, le apagó amargosamente el gesto a Jason.

Cerró de un solo golpe las puertas de la alacena. Frunció el ceño casi escupiendo. Levantó su rostro revisando la barra y señalándose los cuchillos. Una idea un tanto estúpida y descabellada arribó a su psique. Se adueñó de uno de ellos. Abandonó inmediatamente la zona, volviendo a la cama. Colocó su arma bajo una de las almohadas. Suspiró molesto sin nada que hacer específicamente. Miró por encima de su hombro examinando la puerta.

-No creo que haya hablado en serio... -El renegado habló menospreciante-.

Lo pensó dos o tres veces antes de acercarse a ella y tocarla. Cuando finalmente se decidió, tragó saliva llevando su mano hasta la agarradera. Respiró tenso para jalarla y tratar de abrirla. Haló y sorpresivamente no recibió descarga alguna y además no se hallaba cerrada. Dudó en cada instante. No confiaba y no tenía por qué hacerlo realmente.

"Esto es para ti... Todo esto es tuyo..." Recordó las palabras de su secuestrador. Bajó el rostro sintiéndose asqueado. Volvió a inhalar profundo bajando los hombros. Aún sin zapatos, osó cruzar aquel pasillo y luego salir del edificio.

Se topó con aquel vergel que vio antes. La tarde empezaba a inundarlo todo con su color naranja, fue entonces que cayó en cuenta de las horas que había dormido. Un escalofrío le recorrió la espalda rememorando en sus nervios aquella última descarga. Aquel sujeto llevaba razón, mejor era no acercarse a los límites. No sin un plan, no sin tener o saber de algún método que lo liberara.

Kidnapper Peach [TimJay]Where stories live. Discover now