Capítulo 5

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Una madre preocupada


El viaje en aerodeslizador se sintió algo lento después de tantos sentimientos encontrados. Lo acontecido en la ciudad apenas era el comienzo de lo que sería una fuerte y apretada semana para todos los monagueros.

Zaleen se había calmado luego de unos minutos revisando su tarea pendiente. Se organizó mentalmente y regresó todos sus cuadernos al interior de su mochila. Miró a su hermano detenidas veces, podía sentir que algo le pasaba, algo le sucedía por dentro, pero ni él ni ella querían tocar ese tema, y quizás no lo hicieran en el transcurso de la semana. Apenas era lunes y los hermanos aún no se preparaban física ni mentalmente para el resto de la semana.

Lo que estaba por venir era desconocido, y dicen que lo desconocido puede ser peligroso.

El aerodeslizador se detuvo y empezó a descender sobre la base de estaciones de la Monaga 7. Todos los monagueros se sintieron aliviados al asomarse por las ventanas y ver sus casas más allá de la base.

Zylank se levantó, tomó sus cosas y miró nuevamente a su hermana.

—Ven, vamos—le dijo.

Zaleen se puso su mochila y siguió con el descenso detrás de su hermano. Fueron los últimos que bajaron del aerodeslizador.

Zylank se detuvo al bajar para saludar al guardia que los acompañaba en su viaje, como siempre acostumbraba a hacer. Este lo ignoró y siguió con el protocolo de descenso.

Todos los padres de los monagueros jóvenes se encontraban detrás de las barricadas de la base de estaciones. Alma Emia, madre de Zylank y Zaleen, se hallaba preocupada con sus ojos que desprendían sutiles lágrimas, las cuales se perdían entre sus mejillas rosadas. La pobre mujer estuvo toda la tarde mortificada por el bienestar de sus hijos en su largo día en Terraqua.

En todo el día no dejó de ver las noticias que narraban lo acontecido con el asunto del asesino y Jack Thompson. Muchos de los noticieros mandaban a sus entrevistadores a grabar entre las calles de la ciudad y entrevistar a los ciudadanos para pedir opiniones. Alma, al saber la manera de pensar de los ciudadanos y sus ignorantes conclusiones, no se sacó el horrible pensamiento de que a sus hijos les había pasado algo estando allá. Y de ser así, ¿cómo podría saberlo? El viaje a la ciudad por tierra duraba alrededor de un día o quizás dos. No se sabía con exactitud. Y Alma no tenía la manera de cómo irse corriendo a la ciudad por tierra.

—Mis bebés—fue lo primero que dijo Alma al ver a sus dos hijos.

Zylank y Zaleen se sintieron aliviados al ver a su madre esperándolos detrás de las barricadas, vistiendo la misma ropa de la mañana, con su rostro sutilmente hinchado por las lágrimas.

—Mamá—dijo Zaleen y no pudo evitar correr a abrazar a su madre.

Estas dos se abrazaron y se hundieron en un momento que solo les perteneció a ellas. Su madre pasaba su mano por el cabello trenzado de su hija y la calmaba.

—Todo está bien. Todo está bien—decía Alma—. Todo estará bien, mi amor.

Alma miró a Zylank y este se quedó de pie en medio de la gente preocupada que corría a buscar a sus hijos. Sus ojos estaban botando lágrimas reales y estas caían sobre sus zapatos negros.

Ella sabía muy bien el amor y admiración que Zylank sentía por la ciudad. Conocía perfectamente el deseo que tenía su hijo por vivir y crear una vida allá. Al menos lo comprendía y lo respetaba. Y ahora con todo lo que estaba pasando era muy probable que su sueño ya no se llevara a cabo.

Así que solo se miraron.

—Desde que era niña sabía que algo así llegaría a ocurrir en algún momento—dijo Zaleen, con la voz quebrada.

—Tranquila, mi niña. Ya estás en casa—le respondió su madre—. Es hora de irnos.

La Creación de un Magnífico FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora