Capítulo 37

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El barco se hunde

Las cosas no iban nada bien en Blustono. Peter presenció lo acontecido entre Zylank y el general Ursun.

«¿Qué mierda está pasando?», pensó.

No comprendía nada. No entendía qué sucedió ni a dónde fueron los celestiales con Zylank y el general, ni qué es lo que le harían a su amigo.

Bajó del edificio en donde se encontraba y salió a la calle; hacía calor, demasiado. El suficiente como para darse cuenta que no era el calor normal de la ciudad.

Todo su cuerpo sudaba, imparable.

«¿Qué está pasando ahora?»

Miraba a su alrededor, desesperado, buscando algo. Lo encontró. Lo encontró en el cielo; este se tornaba de un color morado oscuro, las nubes brillaban. Un espectáculo ocurría en todo el universo.

Lucía hermosamente hipnótico, pero al mismo tiempo aterrador. No era algo normal.

A Blustono le quedaba muy poco en la existencia del universo y el cielo de ese color no le sentaba muy bien a la situación.

Todo empezó a temblar de pronto.

Peter se echó a correr y empezó a llamar a personas para que lo siguieran.

El escape en el aerodeslizador estaba a menos de una hora de despegar del planeta. Ese era justo el tiempo exacto que le quedaba a Blustono gracias a las distorsiones del tiempo mismo. Distorsiones que provenían del Oasis.

El gobernador Arnic se encontraba en la gran sala de reuniones en el edificio principal, viendo la esfera de poder naranja que anunciaba el tiempo restante del planeta, el cual se apresuraba más y más hasta llegar a cero.

Con la muerte de Sobernia, una de las celestiales del tiempo, el tiempo se distorsionaba y provocaba grietas en las ramas de la realidad, creando pequeños agujeros negros que se tragaban todo a su paso en todo el universo.

«El tiempo es algo con lo que no se puede jugar», decían.

«El tiempo es el elemento que no se puede descuidar entre todos los demás», decían.

Ursun sabía la importancia que el tiempo tenía en la existencia del universo. No le convenía acabar con él. Entonces, ¿por qué lo hizo en primer lugar?

Lo único que Ursun iba a obtener era el fin de todo.

Peter corría con varias personas detrás. Estos los seguían por las calles de la ciudad y se dirigían a las afueras de Terraqua, directamente a los maizales de Kull.

Estos maizales se encontraban en una zona especial del planeta donde nadie con autoridad superior proveniente de la ciudad podía entrar a esas tierras.

Fue inteligente por parte de los monagueros haber organizado el último lanzamiento desde allí.

Luego de un rato corriendo, varias grietas se abrieron en el suelo y con eso se fueron varios monagueros al abismo del planeta.

De momentos la materia misma cambiaba de forma en la realidad o se alteraba, o simplemente se desvanecía.

Los gigantes edificios se caían a causa de un temblor que azotó todo y a todos en el planeta. Otros se convertían en polvo y caían sobre los terraquanos.

En la Monaga siete, Alma y Bob Emia, tomados de la mano de su hijo menor, Zyan, veían el espectáculo en el cielo, pensando, creyendo y rezando de que fuera una buena señal al final de todo.

Pobres.

Su Monaga fue la primera en estallar cuando el planeta se abrió en dos al aparecer una grieta enorme que lo dividió.

La Creación de un Magnífico FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora