El poder
Algo estaba siendo preparado para él. Así no lo supiese. Era algo grande. Importante. Único. Fantástico. Y raro. ¿Podría saberlo?
Quizás nadie podía entender el conocimiento de aquello increíble que se preparaba en el universo. Ni los conocedores de historia. Ni él mismo lo comprendería. Algo tan grande, tan divino, y perfecto no tenía comprensión.
¿Podría con ello?
No lo sabía. Nadie lo sabría. Y quizás su conocimiento se quedaba pequeño ante todo aquello que pronto sería suyo.
La silueta de Zylank se colocaba frente a frente a la tenebrosa entrada al Valle. Aquel lugar no le daba buena espina, y a pesar que no conocía todas las historias que de ahí se decían, tenía un presentimiento que no era un buen lugar después de todo.
Valle Bajo era el lugar más maldito en todo Blustono. Qué buena elección tuvo el asesino de Alique de llevarlo hasta allá para arrebatarle la vida. Ahora con muchísimo más peso Valle Bajo se convertía en uno de los peores lugares de Blustono para visitar, quizás el peor en el universo.
El eco cesó, pero la voz no. Seguía. Y seguía. Y seguía. No tan fuerte como antes pero ahí estaba. Solo debía atravesar la entrada y ya. Así de simple.
Tenía miedo, curiosidad y ansiedad. Algo lo empujaba a hacerlo rápido, y algo lo detenía justo donde estaba parado.
Una sensación de escalofríos lo invadió cuando una fuerte ventisca azotó repentinamente a Valle Bajo. Era algo común de ese lugar, pero Zylank no lo sabía.
Entre la espada y la pared. Una de las peores decisiones por tomar. Cruzar la valla o quedarse del lado seguro.
¿Sí o no?
«En esta vida hay que tomar riesgos», dijo para sí mismo.
Moría por ver el cuerpo de Alique del otro lado. Apenas lo veía desde donde estaba parado.
Moría por saber qué cosa era lo que estaba llamándolo.
«Vamos, Zylank, tú puedes», inhaló y exhaló.
«Es momento de que te atrevas a hacer algo que quizás no debas hacer», respiró hondo.
Entonces cruzó.
Una vez del otro lado, vio el cuerpo más de cerca y se apresuró en llegar a él.
Más nadie se encontraba de aquel lado del Valle.
El mismo hombre que encontró el cuerpo de Alique sin vida, volvía a salir de su casa y le echaba un ojo a lo lejos a la entrada. Y entonces vio a alguien del otro lado acercándose al cuerpo del celestial.
Zylank, por otra parte, se acercaba poco a poco al cuerpo de Alique. Extendió su mano derecha para tocarlo. Sentía asco porque sabía cómo lucía el cuerpo muerto de un animal en la clase de biología, y a pesar que Alique no era un animal, sabía que estaba muerto por más que no pareciese.
El cuerpo seguía intacto, como si solo estuviera descansando. No respiraba, y tampoco se movía. Pero no parecía estar muerto. No tenía la apariencia de un cuerpo que acabase de morir.
Pero vio por encima del cuerpo, justo en el lado centro del pecho, probablemente en su corazón, un agujero no tan profundo que se cerraba lentamente. Esta herida ya estaba negra y agrietada.
Al lado del cuerpo se hallaba una especie de daga azul brillante. Quien lo asesinó lo hizo utilizando el mismo material del que estaba hecha la cuerda con la que contuvieron su poder, ya que era el único material en el universo que podría lograr herir a un cuerpo celestial.
Zylank se arrodilló al lado del cuerpo y respiró hondo para lo que estaba por hacer. Extendió su mano y tocó la mano izquierda del cuerpo de Alique.
Entonces lo que tenía que pasar, pasó.
El tiempo se detuvo para él. El cielo se tornó de un color morado y las estrellas volvieron a encenderse para él, y brillaban como nunca antes. Las nubes giraban rápidamente alrededor. La tierra se levantaba y volaba por todo Valle Bajo, junto con árboles, arbustos y animales.
El piso temblaba, al igual que el cuerpo de Zylank.
«¿Qué mierda está pasando?», pensó.
Moría de miedo. Ahora sí.
El cuerpo de Alique vibraba. Su mano se cerró y sujetó fuerte a la de Zylank. Ambos cuerpos empezaron a levitar a unos metros del piso.
Todo el poder celestial se le transfirió al inocente monaguero que por primera vez en su vida experimentaba la vida y la muerte fusionadas en un espectáculo universal.
Tantas emociones.
Tantos sentimientos.
Tanto conocimiento en su cabeza.
Tanto peligro cerca.
Tanto llanto contenido.
Tanta vida, nueva y vieja.
Tanta información.
Tanta felicidad.
Y tanto corazón en guerra.
Todo ahora le pertenecía a Zylank, cuyo cuerpo cayó inerte en el suelo de Valle Bajo, justo al lado del de Alique.
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La Creación de un Magnífico Final
Science Fiction¿Qué se puede hacer cuando el destino de una civilización entera está en tus manos? Una pregunta que invadió la vida de Zylank cuando todo en su vida cambió repentinamente.