Capítulo 18

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Las estrellas se encienden de nuevo

Ahogado en un grito desesperado, intentando no morir por la sensación de ahogo en agua, Zylank despertó del trance en el que se encontraba cautivo.

Preso a eso, abrió sus ojos y regresó a la realidad.

—Zylank, ¡estás bien!—exclamó Handiel, quien sonrió, aliviado, al ver a su amigo despertar.

—¡Amigo, despertaste!—dijo Isaac, quien le dio un fuerte abrazo, al mismo tiempo junto a Luna.

—Pero ¿qué fue lo que te pasó?—le preguntó Handiel—¿Alguien te hizo algo?

Zylank apenas se reincorporaba e intentaba acoplarse rápidamente a la realidad. Su cabeza le dolía fuertemente. Sus extremidades parecían haber sido demolidas y luego reconstruidas. Sus latidos iniciaron lo más lento posible y recobraron su ritmo normal poco a poco.

Apenas y podía pensar.

Su vista se desanublaba lentamente. Recuperaba el sonido al igual que la visión. Y tragó su primera saliva cuando las palabras llegaron a su boca.

—Estoy bien... Estoy bien—fue lo que dijo.

—¿Seguro?—le preguntó Luna—No pareces estarlo, Zylank.

—Estoy bien, Luna. De verdad.

—¿Alguien te atacó?—preguntó Isaac.

—Zylank, nos preocupamos por ti y queremos saber qué fue lo que te pasó allá—dijo Handiel, preocupado por él.

—Me... Me...—le costaba recordar—Me desmayé... Supongo.

—¿Qué? ¿Cómo?—preguntó Luna.

—Creo que fue por no comer. Pero... Recuerdo que fue justo cuando llegué al valle. Vi el cuerpo... El cuerpo...—de nuevo le costaba recordar—El cuerpo de Alique y ya no recuerdo más. Supongo que me caí y me encontraron ustedes.

—De hecho, no lo hicimos nosotros—respondió Handiel—, fue él—dijo, dirigiéndose al mismo sujeto que lo había llevado hasta el hospital, quien reposaba bajo el marco de la puerta.

Llevaba pocos minutos ahí, justo después de que los padres de Handiel salieran.

—¿Quién es?—preguntó Zylank.

—Es quien te trajo aquí, al hospital—le respondió Isaac.

El sujeto entró y se dejó ver ante la luz blanca del cuarto de hospitalización. No tan viejo, de treinta y un años, con algunas canas en su cabello oscuro, de rasgos asiáticos, el hombre se dirigió ante Zylank y extendió su mano.

—Peter Moon, un placer.

Zylank lo vio de pies a cabeza y lo analizó. No se le hacía conocido. En ninguno de sus recuerdos moraba ninguno con aquel sujeto extraño.

—Zylank Emia, mucho gusto—respondió, al mismo tiempo que ambas manos se estrecharon—. Gracias por ayudarme al... Al traerme.

—No hay de qué. Tranquilo. Creo que cualquier otro monaguero lo habría hecho también. ¿Todo está en orden?

—Sí, gracias.

—Me gustaría hablar contigo... A solas.

Handiel miró a los otros y les hizo una señal para que salieran del cuarto.

Zylank se extrañó de lo que sucedía.

—Nos vemos en un momento, amigo—le dijo Handiel, y Zylank asintió con la cabeza.

La Creación de un Magnífico FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora