Capítulo 39

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Un final digno

El mal se había ido para siempre. Al menos algo bueno le pasó a ese universo al final. El sacrificio de los celestiales en esa realidad tal vez ayudó a mantener vivas a otras.

Algo que sin duda jamás nadie sabría.

Nadie más que los pocos supervivientes y el mismísimo Zylank.

Justo antes del último destello, Morda, celestial del universo quien, siempre supo todo, abrió un portal entre realidades, para que así el aerodeslizador que partía de Blustono escapara del final. Luego del destello, antes de su muerte espiritual, un segundo portal se abrió a la deriva del devastado universo, muy cerca de un cuerpo que levitaba en la nada, entre vivo y muerto.

Quizás más muerto que vivo, pero ahí seguía, intentando darlo todo por todo.

Zylank, el monaguero guerrero y el primer y único ser humano en la historia en convertirse en un celestial, después de haber sufrido tanto y haber pasado por tantas cosas horribles en los últimos días, batallaba a la deriva del universo consigo mismo. Intentaba no irse al siguiente plano.

Luchaba internamente por no morir.

Solo se tenía a sí mismo. Todo lo perdió. Sus padres, su hermano pequeño, su hermana, sus amigos, su casa, su Monaga, su planeta.

Lo que alguna vez vio como admiración, los celestiales, ya no estaban para ayudarlo

Ya no le quedaba nada, lamentablemente. Nada más que él mismo.

Se tenía a él, a sus sueños, a sus esperanzas. Su vida entera fue lo mejor que le pudo suceder a ese ser humano. Después de todo estaba sumamente agradecido con lo vivido en sus años de existencia. Agradecido por la hermosa familia y por la grandiosa vida que le dieron hasta el último momento.

Agradecido eternamente con sus amigos y con todas las personas que lo ayudaron a lo largo de su recorrido en Blustono.

Agradecido con el universo y con el destino. Agradecido con la vida. Agradecido con el amor y con los celestiales. Agradecido con el Oasis y con todas las cosas maravillosas y fantásticas que hicieron posible que él y todos los seres existieran en ese universo.

Tal vez el final fue lo mejor que le pudo pasar a ese universo. Quizás no habría otra cura para ese mal.

Pero probablemente fue lo mejor.

Lo hecho está hecho y ya nada ni nadie puede corregir lo sucedido.

Pero algo era cierto, los celestiales siempre serían recordados por los supervivientes hasta el día de su muerte, fuera a donde fueran a parar.

Ellos habían entregado su vida a la muerte misma con tal de intentar salvar su divina creación.

Y aunque eso ya había quedado atrás segundos después, el portal seguía ahí, a punto de cerrarse, esperando que Zylank cruzara a través de él. Pero este alucinaba. Se encontraba en el punto máximo del universo, donde un ser humano no soportaría estar, pero ahora era mitad celestial y por eso luchaba constantemente.

Una mano gigante apareció desde arriba y se extendía hacia él; esta se abrió y lo acogió entre sus dedos y palma.

A pesar que su cuerpo estaba inconsciente, lágrimas brotaban desde sus ojos. Internamente lloraba por todo lo anterior.

Aún así, justo en el final del universo, recordaba hasta el más mínimo detalle de toda su vida y se sentía orgulloso de todo.

Sin molestias. Sin miedos. Sin temores.

Sin malas energías. Sin estrés. Sin pesadillas.

Sin ansiedad. Sin pecados. Sin mirar atrás.

Porque ya no quedaba nada... ni nadie.

O eso fue lo que pensó Zylank.

Tal vez así era... o no.

La Creación de un Magnífico FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora