El vidrio se rompe
La oscuridad abraza por completo a todo el planeta de Blustono. Varios de los mejores ingenieros daban hasta su última gota de sudor en reparar rápidamente el núcleo eléctrico de la ciudad para así poder surtir electricidad en el resto de las Monagas.
Cincuenta y dos horas eran las que le quedaban al planeta, así lo decía la esfera en la sala de reuniones del edificio principal, lugar al que Zylank se dirigía.
Todas las personas se encontraban en sus casas, pero todo el comité gobernante se hallaba fuera del edificio, incluso el cuerpo de seguridad de este, pues, tenía mucha más importancia el caso del núcleo eléctrico.
El que estaba detrás de todo sabía perfectamente qué estaba haciendo.
Zylank se detuvo bajo la luz de la luna en compañía de las estrella, viendo fijamente la entrada al edificio principal.
«Seguro te preguntarás qué pasará ahora», le dijo Alique, y se escuchó en su cabeza.
—Ya tomé una decisión, Alique. No puedo mirar atrás ahora. No puedo. Es mi hermana.
«¿Y si tu amigo tenía razón? ¿Qué pasa si todo es una farsa? ¿Valdrá la pena perder mi poder?»
—No me importan tus palabras. Se trata de mi hermana secuestrada por el maniaco que anhela tu poder. Si eso es lo que quiere a cambio de devolverme a mi hermana, se lo daré sin importar qué, aunque no sepa cómo.
Zylank, dispuesto a lo que fuese, se adentró a lo que parecía ser el final del poder de Alique, o al menos el final del poder en su interior.
¿Valdría la pena hacerlo? ¿Realmente?
Realmente sí.
No había más opciones. Quizás jamás las habría. Amaba demasiado a su hermana como para perderla por algo ajeno a él.
Estaba muy decidido y no se arrepentía.
La puerta se abrió en dos para él, como por arte de magia. Podía percibir una mala vibra, una entidad que lo estuviese esperando, algo que provenía de la oscuridad. Nunca en su vida había entrado al edificio principal de la ciudad, así que no conocía nada de su interior y edificación, por ende, era un nuevo panorama.
Tenía miedo. Sí, demasiado, pero se armó de valor. Tragó fuerte.
—Ya has llegado demasiado lejos, Zylank—dijo la misma voz que el habló a través del cuerpo de su mejor amigo.
Pero esta vez se escuchaba diferente. Se escuchaba más... Cerca.
Junto a él en la oscuridad.
—Sal de donde quiera que estés, cobarde—dijo Zylank con vos temblorosa, pero ya harto de todo lo que sucedía.
—¿Y arruinar la diversión? ¿Así tan fácil? No, Zylank. Tranquilo. Esto apenas comienza.
Entonces una pasarela de luces flotantes de color rojo se encendió, marcando así un camino que debía seguir. Quien sabe a dónde. Quien sabe a qué.
No le importó nada. Siguiendo el camino de luces rojas flotantes, Zylank miraba a su alrededor, intentando reconocer algo, así fuese la más mínima cosa, pero no. Nada para él le era familiar.
Un ambiente totalmente nuevo para él.
Había paredes grises, pilares, y mucho frío. Todo muy bonito, organizado, pero tenebroso al mismo tiempo.
«Por favor, poder de Alique, no me abandones cuando más te necesite», dijo en su cabeza.
Llegó a unas escaleras donde las luces también llegaban. Volvió a tragar fuerte. Puso su pie izquierdo en el primer escalón y pudo sentir este ambiente pesado.
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La Creación de un Magnífico Final
Science Fiction¿Qué se puede hacer cuando el destino de una civilización entera está en tus manos? Una pregunta que invadió la vida de Zylank cuando todo en su vida cambió repentinamente.