Capítulo 35

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El supremo

Pobre Zylank. Pobre. Realmente nunca pidió vivir todo aquello por lo que se lamentaba en ese momento; nunca lo quiso. Jamás lo pidió. Y tal vez él mismo era el responsable de todo lo malo que vivió en sus últimos momentos en Blustono.

¿Cuándo sería suficiente tanto daño y tanto dolor? Tanto sufrimiento, tanta tristeza, tanta pena...

¿Cuándo?

¿Cuándo se terminaría todo el tormento por el que había estado pasando estos últimos tres días?

¿Se iría alguna vez de su interior?

Todo eso le provocaba más dolor en su corazón. Quería culpar a Alique, a los celestiales, a Peter y al mismísimo Ursun, pero el único culpable era él. Más nadie. Todos estaban muy lejos de serlo, y eso era algo que ni él ni nadie podían cambiar.

Lastimosamente así sucedieron las cosas y así estaban destinadas a ser.

En el Oasis, el destino de todo ser supremo se escribía en piedra una vez que su destino llegaba a su final, y justo en ese momento se terminaba de escribir el de Alique.

¿Había llegado el final para él también?

Por lo escrito en la enorme piedra, así parecía ser.

Morda fue quien se percató de lo que en la piedra se escribía por sí solo. Entonces se acercó y leyó para sí misma, luego, tragó fuerte y procedió a hablar en voz alta para sus hermanos.

—Oigan...—interrumpió a sus hermanos, quienes atendían a Ursun luego del ataque de Zylank—Alique se ha ido... Para siempre—concluyó.

—¿Qué?—dijo Ursun, con un tono de voz fuerte.

—Sí. Se ha ido. Ya está escrito en la piedra—respondió Morda.

—Déjame ver—dijo Cranun, quien se acercó a su hermana y leyó las mismas palabras escritas en la enorme piedra—Se ha ido—confirmó.

—Esto no puede estar pasando—añadió Ursun, molesto.

Kolen solo observaba todo y a todos. Atento a cualquier cosa.

Sobernia y Sakar aún utilizaban de su poder para mantener a Zylank congelado, atentos a que no fuese a escapar de la burbuja temporal donde era cautivo.

—Entonces, si se ha ido, ¿dónde está su poder?—preguntó Ursun a Cranun y a Morda.

—Lo tiene Zylank—respondió Kolen, celestial de la sabiduría, a lo que todos miraron de unísono al monaguero.

—¡Ese poder me corresponde, Kolen!—exclamó Ursun, dirigiéndose al monaguero, dirigiéndose a la burbuja.

—Calma, Ursun—le dijo Junix—, lo tendrás.

—¡SE ME PROMETIÓ ESE PODER!—gritó.

—Ursun, nadie te ha dicho lo contrario. Nadie te lo está quitando—le dijo Poel, intentando calmarlo.

Pero Ursun ya estaba en su punto máximo de paciencia, de hecho, ya ese punto estaba más que fragmentado. Alique ya no estaba en medio del juego, pero Zylank sí, y eso lo sacaba de quicio. ¿Acaso no había tenido suficiente el monaguero? No. No podía ser. No podría suceder. ¡De ninguna manera! Ese maldito monaguero no podía arruinar sus planes. Le tomó miles de años elaborarlo como para que un simple humano y mortal venga a arruinarlo.

Su paciencia ya había sido agotada hace muchísimo tiempo. Ahora solo estaba siendo él mismo, como realmente había sido toda su vida.

—Ursun... ¿Estás bien?—le preguntó Junix.

La Creación de un Magnífico FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora