Capítulo 11

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Hilos de colores

Las aves que se alzaban sobre el cielo de Blustono desviaban su camino y se perdían en dirección al bosque.

La furia de los celestiales pintaba el cielo del mismo rojo ardiente que representaba su furia.

Los ciudadanos de Terraqua se encontraban paralizados ante tal espectáculo terrorífico que daba inicio sobre sus cabezas.

Probablemente el fin estaba cerca y ellos no lo sabían. Probablemente su vida en la existencia del universo podría terminar ese día y no tenían idea de ello.

Todo podría pasar.

Ursun, quien se encontraba ayudando a una señora de la tercera edad que trabajaba en el edificio principal, sintió un escalofrío cuando todo el cielo se tornó de aquel rojo hermoso pero terrorífico. La sensación de miedo que invadió su cuerpo no era algo normal. Nunca había sentido, vivido, ni experimentado algo de tal magnitud desde sus años existiendo en el universo.

Sabía perfectamente que algo no estaba bien y que algo se aproximaba a Blustono. Él lo sabía muy bien.

—Hermanos del universo—susurró, con la voz temblorosa.

—¿Qué está pasando?—preguntó la señora a su lado.

—¿Qué los hizo enfurecerse así?—preguntó al cielo, susurrando cada palabra.

Qué buena manera de comenzar el día. Y apenas los relojes marcaban las 7:29am.

Todos los monagueros desde sus respectivas Monagas presenciaban aquel espectáculo en el cielo que los llenaba de pánico y miedo. Muchos eran los preocupados y otros eran los que mantenían la calma.

Fuese lo que fuese que estaba sucediendo nadie lo comprendía aún.

—Mamá, papá, ¿qué es eso en el cielo?—preguntó Zyan a sus padres— ¿Por qué no hay nubes ni pájaros?

Alma y Bob estaban en silencio. Solo miraban, hipnotizados, pero horrorizados por dentro.

Nadie lo entendía.

Era la primera vez en la historia del universo que algo así sucedía, y en Blustono nunca había sucedido algo así antes.

—Mierda—susurró Zylank.

—Lo que faltaba—dijo Zaleen.

Los siete hermanos celestiales, creadores del universo, padres de la vida en su creación, volaban juntos y en sincronía sobre el cielo infernal de Blustono.

Zylank contaba los hilos de colores que marcaban cada uno de ellos en el cielo.

Uno azul. Uno morado. Otro verde. Dos naranja. Uno blanco y otro rojo, pero este contrastaba con el rojo del cielo.

Siete hilitos que volaban en el cielo de Blustono, al mismo nivel, en dirección a Terraqua.

Algo parecía empeorar cada vez más y era muy evidente para todos en el planeta.

—LOS CELESTIALES ESTÁN AQUÍ—gritó alguien entre la multitud en la ciudad de Terraqua.

Y todos entraron en pánico.

La Creación de un Magnífico FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora