Capítulo 31

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Alguien de pie

Solo una persona estaba de pie. Llevaba algo entre sus manos temblorosas. Un papel arrugado. Diez eran las personas sentadas viéndolo fijamente, con ojos llenos de lágrimas. Algunos sí, otros no. Otros simplemente estaban ahí.

Oyendo.

Viendo.

Y llorando.

El que estaba de pie llevaba puesta la chaqueta de la que ya no se encontraba más. Tenía el rostro lleno de cicatrices a causa de los cristales rotos que no tuvo tiempo de intentar sanar. Su cuerpo había pasado por tanto los últimos días, su mente ya no podía soportar más otra cosa. Pero seguía ahí. De pie. Firme. Intentando poder leer las palabras que había escrito en aquel papel arrugado horas antes del funeral.

Con el corazón hecho añicos, sus sentimientos perdidos en algún punto entre el tiempo y el espacio, su mente deambulando quién sabe dónde, le tomó mucha fuerza y coraje poder mirar a sus padres sentados frente a él.

—Quisiera... Quisiera—realmente le costaba hacerlo—Quisiera poder hacerlo fácil, de verdad no saben cuánto lo deseo, y que ella ya no esté más con nosotros solo lo empeora todo—limpió sus lágrimas, la ansiedad invadió su cuerpo—. Pero sé que de estar aquí me habría dicho que fuera valiente y que afrontara la situación sin importar qué, porque de eso se trata la vida, de vivirla. No importa de la forma que sea, cuán difícil sea o como nos toque vivirla. Siempre hay que seguir adelante pase lo que pase—una lágrima cayó sobre el papel arrugado—, y sé que ella me habría dicho estas mismas palabras ahora.

Con la voz temblorosa y casi perdida en sus sentimientos, procedió a leer la carta.

—Las personas siempre me dirán que siga adelante y que lo supere. Que haga lo que estoy destinado a hacer en esta vida. Pero ¿cómo lo hago sin ti?

Su voz se quebró en cuestión de segundos.

Su padre quiso levantarse de su asiento para abrazarlo y nunca más soltarlo. Nadie en el mundo se sentía tan mal como sus padres. Habían perdido a su hija y ya no podrían recuperarla. Lo único que los reconfortaba era saber que se encontraba en su ascenso a la gloria del universo en lo más alto del Oasis.

Pero ¿y eso qué?

Él intentaba seguir hablando, pero sus lágrimas solo querían salir y cortar con lo que estaba haciendo. Se sentía inútil, se sentía estúpido, se sentía roto. Y nadie podría reparar aquel daño del cual él se sentía el responsable.

Quizás la muerte de su hermana sí era su culpa después de todo. O quizás no.

Dicen que toda acción tiene su reacción. Y allí estaban las consecuencias.

—Tal vez esta vida... Este periodo temporal que nos tocó vivir juntos tal vez sea una pequeña probada de lo que vendrá en el siguiente. Y agradezco que hayas sido mi hermana porque nadie habría podido serlo mejor que tú—secó las lágrimas que brotaban de su rostro.

Su mamá se sentía orgullosa de las palabras de su hijo y de cómo éste se enfrentaba a toda su situación, aunque no lo supiera. Y también de cómo él, al igual que ella y su familia, aceptaban el fin del planeta en las últimas veintiocho horas.

—Siempre...—tosió un poco—Siempre recordaré el hermoso color dorado de tu cabello, al igual que tus hermosos ojos azules. Esos pequeños detalles siempre se quedarán tatuados en mis recuerdos. Como la vez que nos caímos del techo de nuestra casa por estar jugando cerca del borde—sonrió entre la tristeza—, o cuando la vez que mamá nos encontró usando su maquillaje—volvió a toser, el papel temblaba entre sus manos—. Nunca había tenido tanto miedo de perder a alguien, y menos a alguien como tú, que a pesar de todas tus indiferencias, actitudes, problemas y forma de pensar, siempre me hacía ver las cosas de una manera diferente. Nunca faltaste, siempre estabas ahí para mí... Sin importar qué. Y ahora que te has ido, es justo aquí donde la vida se pone jodidamente difícil. No importa si el fin del mundo es mañana o si los celestiales deciden acabar con la vida de Blustono. Nada me llena más de miedo y tristeza que el saber que ya no estás aquí. Y quiero que sepas que aunque ya no estés, yo seguiré en tu nombre, y voy a hacer lo que tú me habrías dicho que hiciera. No sé cuánto más pueda aguantar, o cuánto más este dolor pueda llegar a durar, pero te voy a extrañar, pequeña. En esta vida y en la otra por siempre te voy a amar, Zaleen.

La Creación de un Magnífico FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora