Un espectáculo celestial
De camino a su casa, de la mano de su hermana y su madre, Zylank no dijo ni una sola palabra, al menos hasta que su madre dijo lo siguiente:
—Tu padre está en casa.
Zylank la miró inmediatamente al escuchar sus palabras. Luego Zaleen lo hizo también.
—¿Él está bien?—preguntó Zaleen.
—Sí, mi amor. Él los está esperando en casa.
—No sabes lo que me tranquiliza saber eso—respondió Zylank.
—Tranquilo, hijo. Vamos a estar bien.
Los tres pasaban por la plaza de la Monaga 7. Algunos niños se hallaban jugando. Los padres llamaban a sus hijos a encerrarse. La luna estaba llena y se encontraba en su pleno ascenso a lo alto del cielo.
—Kyle—dijo un hombre desde la puerta de su casa, llamando a su hijo, a lo que su hijo respondió:
—El espectáculo está por comenzar pronto.
Los hermanos Emia se miraron y luego miraron a su madre.
—¿Qué espectáculo?—preguntó Zaleen.
—¿De qué están hablando?—preguntó Zylank.
—Pues...—comenzó diciendo Alma—Parece ser que el gobernador Arnic testificó haber tenido una revelación por parte de los mismísimos celestiales, y esta noche se reunirá con uno de ellos.
—¿Qué?—dijo sorprendida, Zaleen.
—¿Cómo es eso posible?—preguntó Zylank—Sabía que los celestiales podrían materializarse pero no que podrían venir a la ciudad. Entre tantos planetas que gobiernan y tantas ciudades en el universo, ¿viene uno de ellos a Terraqua?
—Ya han venido antes—respondió su madre—. Eras un bebé cuando entonces.
—Entonces el asunto es de suma importancia—añadió Zaleen—. Si los celestiales mandaron a uno de ellos en persona para reunirse con las entidades representativas de la ciudad es porque algo grave está sucediendo.
—Por desgracia, hija mía, odio la idea de saber que estás en lo correcto.
—Solo espero que ellos puedan resolverlo y que para mañana ya nada esté pasando. Ojalá todo esto fuera una pesadilla—dijo Zylank.
—Es lo que todas las Monagas pedimos, hijo.
Cruzaron a la izquierda, justo en la entrada a la calle de su casa. Zaleen enumeraba las casas desde la entrada hasta la suya. Eran un total de dieciséis casas hasta la suya.
Zyan, su pequeño hermano, jugaba en el centro de la calle con una pelota de béisbol. Esperaba a sus dos hermanos mayores.
El inocente niño de siete años no sabía nada de la situación en la ciudad. Acostumbraba esperar a sus hermanos todas las tardes de lunes a viernes al frente de su casa.
—Zylank, Zaleen—dijo, emocionado—. ¡Llegaron!
Su padre, Bob, quien terminaba de preparar la cena, se asomó por la ventana de la cocina y vio que sus dos hijos regresaban sanos y salvos junto a su esposa. Soltó el delantal y el cuchillo que utilizaba para cortar las verduras que arrojaría luego al guiso.
Atravesó la sala y salió corriendo por la puerta. Llegó a donde sus hijos y los abrazó, diciendo:
—Le pedí a los celestiales para que ustedes se encontrasen bien—dijo, mientras los hundía en su pecho.
—Todo está bien, papá—dijo Zaleen.
Por otra parte, Zylank no decía nada de nuevo. Se calmaba con solo ver a su padre de pie, abrazándolo, en una hora normal del día, fuera de un domingo.
Entonces luego de unos segundos ahí fue cuando Zylank decidió hablar.
—Me alegra verte, papá.
—No saben lo feliz que estoy de tenerlos aquí luego de este día tan caótico—respondió Bob a sus tres hijos.
La familia se dispuso a entrar al interior de su casa.
—Huele rico—comenzó diciendo Zaleen—.Como se nota que es papá el que está cocinando—bromeó.
Bob se echó a reír y miró a su esposa. Luego Zylank y Zyan lo hicieron también.
—Muy graciosos ustedes. Veamos qué desayunarán mañana—se defendió.
Luego todos pasaron de reírse de la comida de Alma, a defenderla y hablar bien de ella.
Alma fue quien pudo ver el reflejo junto con el destello en el cielo nocturno, así que se giró y entonces lo vio.
Algo estaba sucediendo en el cielo.
Se quedó paralizada por la belleza del color de su luz y cómo planeaba y dejaba un hermoso camino radiante y brillante de color dorado que se dirigía hacia la ciudad.
Alique, el celestial de las estrellas, había sido enviado en representación de sus hermanos celestiales para hacer frente al grave problema que presentaba el planeta de Blustono actualmente.
La familia entera luego se percató del espectáculo que se formaba en el cielo, se giraron y también pudieron verlo en lo más alto de la noche.
La luna llena hacía compañía al hermoso destello dorado del celestial Alique.
Zylank y Zaleen por primera vez presenciaban lo que era la llegada de un celestial a la tierra de Blustono. Pero esa belleza sería reemplazada inmediatamente por la preocupación de saber qué vendrá después.
«Celestiales, en sus manos dejo el destino de Blustono esta noche», pidió Zylank a las fuerzas omnipotentes del universo entero.
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La Creación de un Magnífico Final
Ficção Científica¿Qué se puede hacer cuando el destino de una civilización entera está en tus manos? Una pregunta que invadió la vida de Zylank cuando todo en su vida cambió repentinamente.