Capítulo 10

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El cielo del infierno

Si Alique había acertado en algo, era que los habitantes de su creación, Blustono, habían superado la inteligencia que él creía que superarían algún día. Después de todo, ese fue el propósito desde el inicio de la creación.

Y a pesar que no todos lo hacían, sí existían habitantes que superaban los límites impuestos por él, porque ahora pagaba por eso.

Su cuerpo yacía inerte sobre el suelo de Valle Bajo, tirado, sin ninguna posibilidad de levantarse, aún con las manos atadas con la cuerda hecha de diamante azul. Sus ojos seguían brillando, pero no con la misma intensidad que antes.

Viéndolo ahora, no debió haber puesto esos planes en la creación de Blustono.

El asesino pasó toda la noche intentando sacarle la sangre para poder extraer su poder luego, pero una vez que introducía la jeringa esta era expulsada segundos después.

Los libros decían que el cuerpo de un celestial era un templo completamente, y uno muy difícil de derrumbar. Casi imposible de hacerlo. Estaba estimado que por lo menos se debía esperar alrededor de una semana para poder extraer su sangre del cuerpo, sin mencionar que se debía hacer una autopsia, la cual tardaría el tiempo estimado.

Pero el asesino estaba desesperado y necesitaba sacar la sangre lo más pronto posible antes que alguien fuera a verlo allí.

Intentó todos los métodos posibles.

Nadie podía descubrirlo. Nadie.

Desesperado, hasta sacó un hacha y comenzó a picarlo en pedazos para que la sangre saliera, pero no. No sucedía como él pensaba. La carne seguía fresca y la sangre no salía. Los pedazos separados se unían de inmediato.

Algo único de ver en el universo.

Intentó arrastrar el cuerpo, pero no se movía, estaba adherido al suelo. Tampoco iba a moverse.

La gravedad lo mantenía pegado al suelo y así seguiría por una semana, aproximadamente.

¿Qué podría hacer?

Algo debía hacer pronto o todo su plan iba a venirse abajo.

La parte fácil fue llamar la atención del celestial a Valle Bajo, pero ahora la parte inesperada se volvía la parte imposible.

Ni asesinarlo había sido tan difícil.

¿Ahora qué?

El sol comenzaba a asomarse y el tiempo se acababa.

Zylank terminó de pasar lo poco que le quedaba de la noche pensando en por qué las estrellas se apagaron de aquella manera tan repentina. Fue algo sumamente extraño. Por suerte, concilió el sueño rápido, y así lo mantuvo hasta que su hermano menor, Zyan, lo despertó.

Valle Bajo era iluminado por el sol que comenzaba a alzarse, dando y siendo sombra para la Monaga 4.

Tic, tac.

El tiempo estaba contado.

Un hombre que habitaba cerca del valle terminaba de desayunar a ritmo que el sol aparecía.

Tic, tac.

Zylank despertó luego a Zaleen, quien sí había podido dormir un par de horas más que él.

El hombre contaba con una pequeña granja de cerdos que se alborotaron apenas les colocó la comida. Uno de ellos, el más grande, en el alboroto rompió la cerradura de las vallas de madera que los mantenían encerrados.

El cerdo salió disparado en dirección a la entrada de Valle Bajo.

Los demás se dispersaron alrededor de la pequeña granja. El hombre se echó a correr tras el grande. Pronto iba a venderlo y necesitaba mantenerlo en una pieza.

Tic, tac.

La familia Emia se encontraba desayunando, todos juntos, luego de orar a los celestiales.

El hombre de la granja corría y corría detrás del cerdo. Este pasó la entrada de Valle Bajo y excedió los límites. El hombre no quería entrar por las historias que de ese lugar se contaban, pero no podría pasarle nada con la luz del día, ¿verdad?

Ahora, ¿a dónde había ido el cerdo?

Tic, tac.

El granjero entró. Daba pasos cortos y lentos, visualizaba a lo lejos buscando al enorme animal que se le había escapado.

Y entonces lo vio.

Muerto.

Tirado en el suelo de aquel lugar maldito.

El pobre hombre se horrorizó cuando lo vio. Temblaba al ver al padre de las estrellas mismo sin vida sobre el suelo de Valle Bajo.

Su cuerpo fue invadido de una ola de escalofríos.

Miles de sensaciones llegaron a su cuerpo, ninguna agradable.

Entonces el infierno llegó.

El cielo comenzaba a tornarse de un color rojizo con tonos naranjas y vinos.

Las nubes desaparecían poco a poco.

Las personas de todas las Monagas y de Terraqua se quedaban fascinadas ante tal espectáculo, pero no sabían por qué sucedía todo aquello.

El desayuno de la familia Emia fue interrumpido cuando la conmoción de la Monaga 7 se empezó a propagar.

—Mamá, papá, ¿qué es eso?—preguntó Zyan a sus padres, inocente.

—¿Qué cosa, hijo?—respondió su madre.

—Vean eso—dijo el niño.

Alma y Bob se levantaron de sus asientos y dejaron salir un grito ahogado que hizo que los dos hermanos también se levantaran de sus asientos.

Poco a poco se acercaron ante la horrible escena de caos y desastre que se alzaba en todas las Monagas.

El cielo estaba completamente rojo ahora.

«El infierno se alzará sobre Blustono», decían.

La Creación de un Magnífico FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora