Nuevos planes
Una mano se extendió hasta el cuerpo desnudo de Zylank y lo tomó por uno de sus brazos y lo jaló hasta meterlo dentro del aerodeslizador. El cuerpo estaba frío, totalmente frío.
Helado desde los pies hasta la cabeza, el cuerpo de Zylank cobraba otra forma. Era algo extraño, diferente. Era... algo celestial.
Peter notó las diferencias entre el nuevo cuerpo de Zylank y el cuerpo de un humano común y corriente, y ahora había diferencias, como por ejemplo; su cabello se tornó a un castaño claro, mucho más claro. Sus músculos crecieron, al igual que su estatura, esta aumentó diez centímetros más. Algunos huesos en su torso y espalda cobraban otra figura, una muy peculiar. No alteraban su físico pero se notaba que esa no era la figura natural de ellos.
Su cuerpo se fortaleció y luego brilló por completo hasta que lentamente el brillo fue desapareciendo, y con eso la respiración regresó a los nuevos pulmones de Zylank.
Fue como un renacer para él.
Por un corto momento se sintió igual que cuando murió en Valle Bajo al tocar a Alique, pero esta vez hubo menos dolor.
Se sintió bien. Se sintió como nuevo.
La atención médica por parte de los monagueros llegó de manera inmediata y se mantuvo así hasta dos semanas más tardes que Zylank despertó de aquel coma temporal.
Al abrir sus ojos lo primero que vio fue el techo y a varias personas alrededor viéndolo fijamente.
Recobró todos sus sentidos rápidamente y sintió como si nada le fuese pasado.
—¿Qué? ¿Dónde... dónde estoy?—fue lo primero que preguntó al despertar del coma.
—Estás en el último aerodeslizador que partió de Blustono—le respondió una joven adolescente, menor que él.
—Pero ¿cómo?—insistió—¿Por qué? Yo vi cómo el universo se destruyó. Yo vi cómo todo...
—Pero estás aquí y eso es lo que importa—le respondió la joven monaguera y acto seguido se retiró.
Zylank se dio cuenta que vestía con una toga de color azul brillante, hecha de seda Blustoniana.
Se levantó de la camilla donde se encontraba acostado y las personas abrieron paso para que pudiera caminar.
Había alrededor de ochenta y noventa personas a bordo. Lo sintió en su mente.
La cifra llegó rápidamente a su cabeza y susurró:
—Ochenta y ocho. Todos monagueros—se giró lentamente y, con miedo, los observó detenidamente, en silencio, sintiendo y oyendo todas las muertes que ocasionaron antes del fin.
Buscaba a alguien en específico. Solo uno de ellos. Lo podía sentir ahí, entre los monagueros.
Sabía que ahí estaba.
«Peter», lo llamó a través de pensamientos.
Peter lo sintió dentro de su mente, tal cual y como si lo estuviese viendo en persona.
«¿Zylank?».
Zylank subió las escaleras y lo buscó rápidamente entre los monagueros, los cuales abrían el paso para que este pasara.
Luego de lo que le pasó a su cuerpo dos semanas atrás, sabían que había algo raro y diferente en ese chico, algo especial. Por ende, le tenían respeto y admiración.
Zylank era el mega-sobreviviente al Apocalipsis universal que Ursun desató y, también era el guerrero viviente de la destrucción de todo.
Todos ya lo sabían. Incluso Peter lo sabía y quizás siempre lo supo desde el primer momento que lo vio en Valle Bajo.
Como ser humano podía sentirlo y muchas veces tuvo corazonadas donde Zylank era el protagonista.
Las posibilidades realmente jugaron a su favor.
Y fue justo ahí donde lo encontró y este se giró para verlo también.
Ambos se abrazaron por un corto momento, pero para ellos se sintió largo.
—Sabía que ibas a estar bien—le dijo Peter.
—¿Cómo es que... estás vivo?—le preguntó Zylank.
—Gracias a estas personas—señaló—. Pasaron cosas horribles, pero lo que importa es el hoy y el ahora. Que estamos aquí realmente. Lastimosamente sin un rumbo y sin ninguna dirección, pero con nuevos planes.
—¿Qué dices?
—Estas últimas dos semanas hemos viajado sin parar por el infinito cosmos. Hemos visto cosas inimaginables. Cosas que nunca creí que existieran. Pero ahora lo sé. Todo es posible. El universo de donde venimos, los universos en donde hemos estado, y el universo en donde estamos justo ahora.
—¿Me estás diciendo que...?
—Sí. Así es, Zylank. El multiverso es real.
—Entonces... el sacrificio de los celestiales no fue en vano—susurró Zylank.
—¿Cómo?
—Ellos claramente lo sabían. El universo de donde venimos no era el único que existe. Por eso es que estamos aquí, porque ellos así lo quisieron.
—No sé qué fue lo que pasó mientras no estuve a tu lado pero debes contármelo.
—Lo haré luego de que me digas en dónde estamos—respondió Zylank, hipnotizado por la belleza del universo en donde se encontraban varados.
La perfección de las estrellas y lo divinamente hermoso que se veía el planeta que tenían en frente, a miles y miles de kilómetros de distancia, no se comparaba a nada.
—Pues... claramente estamos en otro universo. No sé en cuál porque hay miles, pero este me gusta mucho. Es el más tranquilo que he conocido hasta entonces.
—Ese planeta, ¿cuál es su nombre?—preguntó, embelesado.
—Científicamente no conozco su nombre, pero ya investigamos con respecto a eso. Algunos de sus habitantes, parecidos físicamente a nosotros, lo llaman Tierra.
—¿Planeta Tierra?
—Su estructura física es muy similar a lo que era Blustono. Estoy sorprendido. Es como si fuera una copia exacta. Podemos habitarlo.
—¿Y qué esperemos?
—A alguien que nos guíe. Y ese eres tú, celestial de las estrellas.
Entonces nada fue en vano. Todo siempre tenía un propósito al final. Los celestiales lo sabían, y quizás este fue el plan de Alique desde el inicio.
Zylank ya estaba preparado para guiar a estos monagueros a un nuevo destino, incierto pero prometedor.
Este nuevo universo parecía estar libre de seres que potencialmente amenazaran con la destrucción de la vida entera.
Solo faltaba descubrirlo.
Y fue así como inició una nueva historia en el universo, justo con el final de otra.
ESTÁS LEYENDO
La Creación de un Magnífico Final
Science Fiction¿Qué se puede hacer cuando el destino de una civilización entera está en tus manos? Una pregunta que invadió la vida de Zylank cuando todo en su vida cambió repentinamente.