Capítulo 29

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El atardecer

No había otro lugar al cual ir. Con Handiel en la cárcel no podía volver a su casa, ni ver a la cara a sus amigos. Eran muchas las explicaciones que debía dar y no había tiempo para eso. Ni para él, ni para Blustono, ni para su hermana.

Tampoco podía volver a su Monaga.

Toda la tarde se la pasó preocupado en qué hacer. Algo era cierto y claro, Zylank estaba decidido a ir al edificio principal como se le ordenó. Era eso o no ir y que a Zaleen le pasara algo.

Cuando creía que las cosas no podían ser peor, lo eran.

El núcleo eléctrico de la ciudad fue hackeado desde adentro por el asesino, o mejor dicho, otro asesino. Nadie sabía con certeza quién era el asesino, ni cuantos eran.

Todo parecía ser un rompecabezas ahora. Si no era Handiel, ¿entonces quién?

Miles de habitantes entre la ciudad y las Monagas, eran muchos los asesinos que podrían aparecer ahora, pero con el conocimiento de Zylank, solo uno era el verdadero.

Y era ese a quien vería esa noche para el intercambio.

¿Qué clase de psicópata querría convertirse en un celestial?

Zylank amaba a los celestiales, amaba las estrellas. Por mucho tiempo durante su niñez sintió conexión con el padre de las estrellas, pero eso no significó nunca que quería ser elegido para ser su reemplazo ni para poseer su poder.

Nunca lo pidió. Y ahora que conocía más del tema de los celestiales, menos quería tener dicho poder corriendo por su sangre.

No le pertenecía.

No era suyo.

Y no sería él quien lo portaría.

Ya no quería serlo, pero había muchas cosas en juego ahora, mucho más que el tema del asesino. Blustono, los inocentes incriminados, el intercambio. Mucho en juego. Un juego que no podía perder.

—¿Y qué piensas hacer?—le preguntó Peter, sentado frente a él.

—Le daré lo que quiere—respondió Zylank, con la mirada perdida en el atardecer.

—¿Qué? ¿Estás loco? No puedes hacerlo.

—Tal vez no sepa cómo hacerlo, pero tengo qué. Es mi hermana, Peter.

—Te está engañando. Tal vez pueda ser eso.

—¿Cómo sabría su nombre? Mira, quien quiera que esté detrás de todo esto ya conoce demasiado sobre mí y mi familia. Los metí en algo por lo que capaz ellos no querían pasar nunca. Tengo mucha responsabilidad sobre mis hombros ahora.

—No tenemos certeza de eso. No tienes la certeza de eso.

—No hace falta que la tenga, Peter. ¡Es mi hermana la que está en peligro!

—¡Eso no lo sabes!

—¡No voy a escucharte más! Te estoy pidiendo tu ayuda esta noche. Todo podría pasar en el edificio principal. ¿Puedo contar contigo como lo he hecho estas últimas horas?

—Esto ya se ha salido de lo que quería hacer contigo. De salvar al planeta.

—Entonces... ¿Es un no?

—No quiero morir, Zylank.

—¡Yo tampoco quiero morir! ¿Crees que elegí pasar por todo esto? ¿Crees que quise poner en peligro a mi hermana? ¿Crees que quise que encarcelaran a mi mejor amigo? Piensas que nada me molesta o que nada me afecta. Déjame decirte que estás muy, muy equivocado. Eres un completo desconocido para mí. ¿Cómo podría confiar en ti? Más sin embargo, lo he hecho con los ojos cerrados por el mismo bien común. Pero ahora necesito a alguien de verdad que quiera ayudarme.

Ambos se quedaron en silencio. Peter se levantó de la banca en la plaza de la ciudad y echó un vistazo a los edificios del frente; muchas eran las personas deprimidas que rezaban a los celestiales para ser perdonados. Otros en la plaza también lo hacían.

Todo aquello generaba mucha más ira en el corazón de Peter.

—¿Ves eso? ¿Ves a esas personas rezando para que puedan ser perdonados? ¿Crees que es justo? Tienes el poder para acabar con esto, Zylank. Tienes el poder para capturar tú solo al asesino y llevarlo ante los celestiales.

—PERO NO PUEDO HACERLO SOLO—gritó Zylank.

—Es tu decisión, amigo. Quisiera ser yo quien estuviera en tu situación para poder entenderte. Sé que lo hago sonar sencillo, pero así es como se ve realmente.

—¿Vas a rendirte?—le preguntó Zylank.

—Quiero hacerlo, pero no voy a hacerlo. Le debo la vida a este planeta y a Alique. Lucharé en nombre de ambos. Por ahora te dejaré solo, Zylank. Suerte en el intercambio. Perdón—le respondió mirándolo directamente a los ojos, con lágrimas en ellos.

A Zylank le costó realmente responder, pero lo hizo. Se sintió fuerte y le respondió a Peter.

—Está bien.

Peter se levantó de la banca y se puso una chaqueta que se trajo de la estación de policía y se perdió subiendo las colinas de la plaza de la ciudad.

El sol se perdía a lo lejos. La hora del intercambio se acercaba y la hora para Blustono se acababa.

Ahora en la sala de reuniones del edificio principal, a la esfera le quedaban menos partículas encendidas. El tiempo corría más rápido, sutil y callado. El único atento a la esfera era el gobernador Arnic.

Otra partícula cayó y se apagó cuando tocó el suelo.

El atardecer terminaba de alumbrar al planeta antes de que la oscuridad lo abrazara por completo.

Zylank estaba decidido. Sí iría al intercambio. Nunca había arriesgado nada, y quizás nunca en su vida había tenido tanto miedo como ahora, pero lo haría. No le importaba qué le sucedería.

Era su hermana quien estaba en riesgo. Y si Peter no quería ayudarlo esta vez, o si estaba solo, de igual forma lo haría.

Sabía que había peores situaciones en las cuales estar.

La Creación de un Magnífico FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora