Sentenciados a morir
El cielo nocturno lucía más hermoso que nunca. Brillante y resplandeciente. Como si Alique mismo lo fuese hecho nuevamente con ayuda de sus hermanos celestiales.
Todos en Blustono vieron brillar las estrellas de nuevo. Miles y miles de ellas le pertenecían a cada uno de los seres vivos en el universo entero. Cada persona en Blustono se representaba con una de ellas, ya que eran demasiadas.
Tantas amigas brillantes que acompañaban a cada espíritu en su viaje de la vida.
Ursun y el gobernador Arnic fueron los principales en precipitarse al espectáculo celestial que recién se formaba en el cielo.
Incluso, estrellas que se habían apagado hace muchísimo tiempo, se encendían nuevamente para toda la galaxia, y en el Oasis, estas brillaban más que el resto.
A Zylank le dieron el alta a las 11:30pm. Handiel junto con sus padres, Isaac y Luna, se fueron a descansar, sin saber que era muy probable que le dieran el alta a su amigo.
Peter Moon quedó en llevarlo a casa de Handiel una vez que le explicara lo que había ocurrido en el valle.
Zylank intentaba recordar. Le costaba, pero lo estaba haciendo, a su paso, pero lo hacía.
—Tranquilo—le dijo Peter—. Inhala. Exhala. Sé que podrás hacerlo.
Zylank no quería darle muchas vueltas al asunto. Saber que todos estaban sentenciados a morir lo ponía peor de lo que ya estaba.
Toda la situación no le favorecía en lo absoluto. El asesino a sueltas todavía, un celestial muerto, la ciudad de Terraqua que odiaba a los monagueros. Todo envuelto en confusión, desesperación y ansiedad.
Sus sentidos viejos y nuevos ya se terminaban de acoplar a la realidad que recién afrontaba.
Ambos se encontraban en un taller abandonado a un par de kilómetros del hospital.
Zylank respiraba y respiraba todo el aire que podía respirar. Sentía que todo le entraba a los pulmones, como si respirara todo el aire en el universo. Sus manos podían sentir hasta el más pequeño grano de arena. Sus ojos estaban extraños, sentía que no eran sus ojos habituales.
Había algo raro allí. Algo sumamente diferente en ellos.
—¿Entonces?—le preguntó Peter.
—Intento, pero solo veo...—dijo, al mismo tiempo que sus ojos le mostraron lo que sucedía—Solo puedo ver...
—Dime, ¿qué ves?
Sus ojos empezaron a revelarle justamente el recuerdo que tanto le afectaba y que tanta jaqueca le provocaba. El dolor desaparecía rápido. Pero ahí estaba, justo frente a él, revelándose gracias a las estrellas que salían de sus manos. El momento cobraba vida ante ellos.
El suelo se creaba y, con eso, la silueta de Zylank acercándose al cuerpo de Alique. Luego, sucedió lo mismo que en Valle Bajo: Zylank tocó la mano del cuerpo del celestial, y los animales, árboles, rocas, tierra y césped comenzaron a volar alrededor de ambos.
—Las estrellas no mienten nunca—susurró Peter.
Zylank dejó salir un grito que desgarró el aire en el taller abandonado.
Entonces ambos cuerpos empezaron a levitar. El de Alique se elevó más alto que el de Zylank, y luego algo sucedió: el espíritu y poder del celestial salieron de su cuerpo y brillaron como nunca antes de entrar al de Zylank. Y fue ahí cuando el cuerpo de Zylank cayó sin vida, justo al lado del de Alique.
Luego, las estrellas se dispersaron y se fueron apagando poco a poco.
—¿Qué?—preguntó Peter a Zylank, algo confundido, pero aclarando muchas de sus dudas—¿Cómo es eso posible?
—¿Qué mierda fue eso?—preguntó Zylank, completamente confundido y adolorido, lleno de algo de ira por el dolor causado.
—Salió de tu cuerpo. Si no sabes tú, ¿entonces quién?
—¿Estuve muerto?
—Yo te dije que te encontré sin vida.
—Oye, Peter, o como sea que te llames. De verdad, acepté venir contigo para que me ayudaras a descifrar que es lo que me está pasando. No para confundirme más de lo que ya estoy.
—¿Y acaso no es obvio?
—¿Qué cosa?
—Alique está en ti. Todo el poder del celestial de las estrellas junto a su espíritu, ahora vive en tu interior.
—Ahora sí no puedo creerlo. ¿Qué mierda está pasándome?—dijo Zylank, con tono desesperado.
—Tranquilo, Zylank. Ya todo se explicará luego, ahora dime, ¿puedes sentirlo dentro de ti?
—Créeme que puedo sentir muchas cosas pero no lo que estoy pensando. Además, sea lo que sea que hice, no creo que haya sido Alique...—Peter lo interrumpió.
—Mira, por muchos años he estudiado la historia del universo y de la creación de él. Eso me llevó a estudiar a los celestiales como no tienes idea. Me obsesioné demasiado con saber cada pequeño detalle de los ocho hermanos del Oasis. Ahora, gracias a toda la información que he logrado recolectar—Peter caminó hacia una mesa tétrica a pocos metros de él, y entré unas carpetas encontró unos papeles que parecían ser aquello que explicaba—, he conseguido datos de los celestiales que puedo apostar que más nadie ha descifrado en la galaxia. Solo yo, sin la ayuda de nadie.
—¿Qué es eso que tienes ahí?—le preguntó Zylank, refiriéndose a los papeles que Peter llevaba en sus manos.
—Esto... Esto, mi querido celestial...
—¿Qué? ¿Cómo que celestial?
—Esto, es la prueba de que Alique, padre de las estrellas, uno de los ocho celestiales creadores de todo lo que conocemos, vive ahora en ti, y por ende, eso te convierte en el nuevo celestial de las estrellas.
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La Creación de un Magnífico Final
Ciencia Ficción¿Qué se puede hacer cuando el destino de una civilización entera está en tus manos? Una pregunta que invadió la vida de Zylank cuando todo en su vida cambió repentinamente.