Capítulo 23

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La capucha

Justo detrás de Zylank, la silueta del asesino se revelaba ante la luz de la luna. Portaba un pasamontañas que se camuflaba con la sombra de su traje. Su tan reconocida capucha de cuero marrón se movía con el viento nocturno. Podría parecer la perfecta escena de acción de una película.

—Zylank...—se quedó diciendo Peter, asustado.

Pero Zylank solo estaba atascado en el momento, sintiéndose extraño, como si no pudiese moverse, pero sí quería hacerlo, de hecho, quería salir corriendo y perderse de aquella escena.

Tal vez haberse ido a casa de Handiel hubiese sido una mejor idea.

Pero ¿qué importaba eso ahora? Ya era tarde para hacerlo. Los poderes de Alique lo habían conectado al Oasis, y eso lo llevó a perder tiempo, y ahora debía librarse de aquella situación rápido.

El asesino lanzó la espada contra el cuerpo de Zylank, y este reaccionó al mismo tiempo. La espada cayó a un lado del cuerpo y se atascó en la tierra.

—¡CORRE!—gritó Peter a Zylank.

Zylank se levantó rápidamente y se echó a correr tras Peter, quien abría las puertas del taller abandonado para esconderse.

Conocía un lugar donde el asesino no podría encontrarlo.

Zylank entró al taller y Peter cerró las puertas tan rápido como pudo. El asesino arrancaba la espada del suelo y se dirigía corriendo a la entrada del taller.

—Ven, sígueme—le decía Peter, mientras Zylank lo seguía.

Iba a llevarlo al lugar secreto en el taller para esconderlo del asesino.

—¿A dónde vamos?—preguntó Zylank, sudado.

—Cállate y sígueme.

Se detuvieron al subir unas escaleras cuando escucharon que las puertas se cayeron por una patada del asesino.

—Mierda—dijo Zylank.

—No te detengas. Es por aquí.

Cruzaron en un pasillo a la izquierda. La madera del suelo estaba demasiado vieja y desgastada. Esta se iba rompiendo con cada paso que daban.

Cruzaron en otro pasillo a la derecha y Peter derribó la puerta con una patada.

Llegaron a un cuarto que parecía ser una oficina. De plano había una fotografía de un hombre junto a su esposa y dos hijos. También había un escritorio. Sin duda era una oficina, pero ¿de quién?

—Aquí, Zylank. Ven.

Peter movió un librero enorme, el cual estaba viejo, repleto de telarañas y libros abandonados. Reveló un agujero que le sirvió por años como un pasadizo secreto que daba a lo que parecía ser una pequeña cocina en el taller.

—¿Eso lleva a dónde?—preguntó Zylank.

Se escucharon los pasos del asesino subiendo las escaleras.

—Tú entra—le respondió Peter, al mismo tiempo que lo empujó al agujero.

Zylank se agachó y gateó lo más rápido que pudo a través de este pasadizo lleno de telarañas y humedad, mal olor y cucarachas.

Asqueado, aplastó una de las cucarachas con la rodilla. Todo aquello le provocaba vomitar ahí mismo, pero eso sería empeorar la situación.

La madera que no se había caído con la carrera de Peter y Zylank se terminó de caer con la del asesino, quien entró a la oficina y notó que Zylank no estaba, solo Peter.

La Creación de un Magnífico FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora