El Oasis
Desde que era un niño, Zylank siempre quiso visitar más allá fuera de su planeta, conocer los verdaderos límites del universo entero. Y cuando supo de la historia de este, se obsesionó con todo lo referente a los celestiales y al lugar aquel donde estos habitaban, el Oasis.
Un hermoso lugar divino y sagrado del que todos los libros de historias hablaban. Del que tantos jóvenes en Blustono dibujaban a su imaginación. Del que tantas teorías brotaban.
"Un lugar perfecto".
«El Oasis. ¿El Oasis?», se decía a sí mismo.
¿Cómo era eso posible? ¿Era realmente aquel lugar? ¿Cómo podría encontrarse en algún punto entre el tiempo y el espacio, fuera de la realidad y del mundo que conocía? ¿Cómo?
«¿Qué? ¿Cómo llegué aquí?», se preguntaba a sí mismo.
Confundido aún más, Zylank comenzaba a creer que estaba muerto, o de estar vivo, la teoría de que había perdido la cabeza era la que más creía ahora.
«¿Qué hago aquí? ¿Cómo es posible?».
Se hallaba de pie sobre un sólido y frío suelo de roca sagrada del mismo Oasis, flotando sobre el vacío celestial de este. Con vista al universo entero y a las diferentes galaxias y mundos más allá. Y las estrellas. Tan radiantes y hermosas como nunca antes.
—Las estrellas no mienten nunca—dijo una voz imponente y se escuchó en un eco infinito en el vacío del Oasis.
Era Kolen. El mismísimo Kolen. El celestial de la sabiduría. Aquel celestial mayor entre todos, de vestimenta blanca, tan pura como la inocencia. Tan hermosa como la luz del universo. Tan perfecta como la sabiduría.
Se encontraba sentado en su enorme silla de piedra, petrificado, viendo cómo las estrellas brillaban de nuevo.
Él y los otros celestiales habitaban el Oasis en su forma verdadera; su forma celestial. Se trataba de aquella obra perfecta de seres supremos, cien veces más grandes que el tamaño humano, lejos de parecer uno. Lucían como criaturas míticas de fantasía, cuyo tono de piel pertenecía al color que su elemento en el universo representaba. Cada uno portando su corona como ser celestial del universo y creador de este.
Entonces Zylank lo escuchó hablar, y tembló.
—¿Estás viendo lo mismo que yo, Kolen?—dijo Junix, celestial del poder, portadora del color azul en el universo.
—Sí. Las estoy viendo.
—Pero... ¿Crees que Alique...?
—Es imposible. No puede ser él.
—Su poder aún no ha sido asignado a su reemplazo. Ni siquiera está en nuestras manos.
—Siento algo diferente—dijo Morda, celestial del universo, portadora del color morado—. Siento un cambio en el universo. Algo no debería ser lo que ahora es—sus ojos se tornaron de un color morado brillante por unos segundos.
Ella podía averiguarlo, podía descubrir qué era aquello que no debía estar ocurriendo.
—¿Qué sucede, Morda?—preguntó Cranun, celestial de la materia, portador del color verde.
Luego de unos pocos segundos más siendo poseída por su poder, Morda habló.
—El poder de Alique ya fue concebido. Y está aquí... Con nosotros.
Los cuatro celestiales se quedaron en silencio, petrificados, atentos a cualquier cosa.
—¿Dices que Alique ya asignó su poder a un reemplazo que ni siquiera nosotros hemos conseguido y que se encuentra aquí con nosotros?—preguntó Junix.
—Así es—respondió Morda—. Puedo sentirlo.
—Pero ¿cómo? Yo no puedo sentir nada—dijo Cranun.
—Es porque ella es la celestial del universo. Puede sentir toda presencia salirse de su camino habitual o hacer cosas que no debería hacer. Ese grado de poder solo lo tiene Morda. Ni siquiera yo, el celestial de la sabiduría podría saberlo—respondió Kolen.
—Siento una presencia humana, proveniente de otro mundo lejano al Oasis. No está en este plano con nosotros, pero se encuentra aquí. De alguna forma está aquí—añadió Morda.
—¿Cómo es eso posible?—preguntó Cranun—Está desafiando las leyes que hemos impartido a lo largo de la existencia.
—Quisiera saberlo también—dijo Kolen a su hermano celestial.
—¿Puedes ver dónde está?—preguntó Junix a su hermana.
—Él... Él está... Está... Ahí—dijo, y luego señaló tras la silla de Kolen.
Todos miraron a Kolen, quien sorprendido se levantó muy despacio de su enorme silla y luego la hizo desaparecer para conocer al intruso portador del poder de su hermano.
Y ahí estaba Zylank, temblando, en posición fetal, rogando por su vida al vació del Oasis.
En aquel corto momento pensó en lanzarse al vacío y perderse en la existencia, pero no tenía las agallas para hacerlo.
Jamás las tendría, por eso quería terminar con todo de una vez, pero quizás todo aquello era el comienzo de algo.
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La Creación de un Magnífico Final
Science-Fiction¿Qué se puede hacer cuando el destino de una civilización entera está en tus manos? Una pregunta que invadió la vida de Zylank cuando todo en su vida cambió repentinamente.