La elección de Alique
La teoría de Peter estaba clara y sobre la mesa. Un rayo de luz lunar dejó verla con más claridad ante los ojos de Zylank, quien se perdía en toda la confusión. No entendía nada. No comprendía nada, y de no ser por Peter, no lo haría.
—¿Estás seguro de lo que me estás diciendo? No comprendo nada, Peter.
—Zylank, esto solo es una teoría mía, la cual acabamos de comprobar. Todo ser celestial entre los ocho existentes necesitan un reemplazo en caso de que uno de ellos muera, y en este caso Alique te eligió a ti.
—¿Y cómo es posible que un celestial pueda morir? ¿Eso no afectaría el orden del universo o algo así?
—Exactamente. Es así como dices. Por eso las estrellas se apagaron. La muerte de Alique conllevó a un desorden natural en el universo. Algo temporal. Pero ahora se encendieron de nuevo porque tienes el poder dentro de ti.
—Aún no puedo creerlo.
Zylank se apartó de la mesa.
—Es sencillo. Cada celestial necesita un reemplazo pronto, y puedo apostarte a que los otros ya lo están buscando. No me sorprendería que ya lo tengan o que Ursun pueda serlo, ya que es el único que conozco con la capacidad, bueno, ahora a ti también.
—¿Por qué Alique me elegiría a mí?
—Eso no lo sé, y tampoco sé si pueda averiguarlo. Pero él te eligió a ti por una razón. Ahora debes averiguar cuál es. Tienes un propósito ahora, Zylank. Uno que vale la vida de miles en Blustono. Realmente me sienta la muerte de Alique, pero tienes que averiguar quién fue el que lo asesinó y por qué.
—¿Qué? ¡No puedo hacer eso!
—¡Tienes el poder para hacerlo!
—¡No puedo!
—¡Claro que puedes! Yo sé que puedes.
—¿Y si me matan al igual que a él? Soy más fácil de cazar.
—Pero el asesino no sabes que tienes el poder de Alique. Se te hará fácil averiguarlo.
—¿Sabes cuántas personas habitan el planeta? Me tomará más de noventa y seis horas.
—Las cuales son menos ahora con cada segundo que perdemos. Debes hacerlo. Es tu misión ahora. Yo te ayudaré.
—Ya te dije que no puedo. Además, ¿cómo sé que no eres el asesino?
—Porque ya te habría matado.
—Buen punto.
Zylank le dio la espalda. Su cabeza le daba vueltas y vueltas. Se frustraba con facilidad y eso no era bueno en él, porque conlleva al estrés, y odiaba estresarse.
—Mira, sé que todo debe ser difícil para ti, pero tienes que entender todo lo que está en juego. Los celestiales sentenciaron a Blustono a la extinción a menos que les entreguemos al asesino de Alique.
—Lo entiendo, y créeme que se me hace difícil procesarlo. Estuve en coma mientras todo eso sucedía y cuando desperté apareces tú, a quien no conozco, y me dices todo esto.
—Lo siento, Zylank, pero ahora dependemos de ti. Todo el planeta depende de ti.
Sonaba tan sencillo decirlo, pero ¿y hacerlo qué? ¿Lo sería?
Muy pocas eran las cosas que Zylank había logrado en toda su vida. Más eran las que quería lograr que las ya logradas. Y a sus diecisiete años, el saber que el destino de toda una civilización dependía de una difícil decisión que debía tomar, iba a acabar con él antes que los celestiales acabaran con el planeta.
¿Acaso era sano para él saber todo aquello? ¿El tener todo el conocimiento lo hacía más o menos?
El poder de Alique era algo divino en el universo, tan sagrado como deseado, pero he ahí el problema. Su poder estaba siendo codiciado por un psicópata cuya locura no tenía límites.
Pero sin embargo, todo aquello era demasiado para Zylank, o al menos para su personalidad, porque la de Alique lo entendía todo a la perfección, pero su poder, su espíritu, eran solo huéspedes en el cuerpo de Zylank, y era él quien portaba el control de todo.
—Lo siento, pero es demasiado para mí.
Zylank salió corriendo del taller abandonado. Al salir, respiraba y respiraba. Tomaba todo el oxígeno posible y no lo dejaba salir. Lo retenía. Lo dejaba salir. Lo hacía lento, justo como Peter le había indicado antes.
Necesitaba hacerlo. Necesitaba sentirse vivo realmente. Con todo lo que sabía ahora ya no se sentía vivo de verdad. Se sentía diferente. Mucho de él no era su esencia. Y eso lo deprimía.
¿Era bueno haber sido la elección de un celestial? ¿Qué pasará con su vida ahora?
Cayó de rodillas al suelo y solo se puso a llorar.
Al igual que un niño, lloraba y lloraba. Eso lo hacía sentir peor, pues, no sabía por cuál de las tantas cosas nacía su llanto. Eran tantas. Demasiadas. Y de ahí venía la incertidumbre.
Pero sus sentimientos y emociones eran algo que no podían controlar ahora, puesto que sus lágrimas brillaban y le ardían cuando estas se deslizaban sobre su rostro.
Y de un momento a otro Zylank ya no estaba allí, sino que ahora se encontraba en otro lugar.
—Las estrellas no mienten nunca—dijo una voz imponente, la cual se escuchó en eco.
ESTÁS LEYENDO
La Creación de un Magnífico Final
Ciencia Ficción¿Qué se puede hacer cuando el destino de una civilización entera está en tus manos? Una pregunta que invadió la vida de Zylank cuando todo en su vida cambió repentinamente.