La alfombra dorada
La armadura de batalla de Alique se formaba sobre el cuerpo de Zylank bajo la intensa luz del sol camino al edificio principal, lugar donde se reunían los celestiales y se preguntaban:—¿Dónde está Zylank?
Pues, Zylank iba de camino para allá, a la ceremonia, pero no tenía intenciones de entregar el poder de Alique ni de ser el chico bueno como siempre había sido con todos. No. Esta vez Zylank se dirigía hacia allá para desenmascarar a Ursun y revelar toda la verdad, pero sin antes vengarse.
La muerte de Zaleen sin duda fue algo que lo marcó, lo sigue marcando y lo marcará por mucho tiempo.
Portaba el escudo y la espada echa de zafiro dorado. Su cuerpo se encontraba bañado en una armadura de batalla de oro completamente, la cual Alique usó en sus años de batalla al inicio de la creación del todo al lado de su hermano y compañero Ursun.
Si es que alguna vez fueron hermanos realmente.
La ira lo carcomía por dentro. Estaba dispuesto a hacer lo que tenía que hacer. Y sin embargo, Alique buscaba la manera de salir y dominar el cuerpo, pero no podía. Zylank lo había mandado a su subconsciente ahora y se encontraba atado a unas cadenas que no lo liberarían a menos que Zylank así lo quisiera.
Pero lo único que él quería ahora era venganza. Y estaba por obtenerla.
Lo único que se escuchaba eran los fuertes pasos que retumbaban los oídos de todos, y que al mismo tiempo llamaban la atención de todos los terraquanos, quienes desesperanzados, vieron luz en el portador de la armadura de Alique.
Cuando lo vieron pensaron: "¿Será una buena señal?" "¿Podemos seguir teniendo esperanza?"
Dicen que las posibilidades existen en el vasto e infinito universo, pero ¿cuáles son las que están a favor de Blustono? ¿Y cuántas son?
¿Hasta cuándo sufría Blustono? ¿Cuándo empezarían a pasar cosas buenas?
Cosas locas estuvieron pasando los últimos cinco días, y luego, después de allí, todo se vino en decadencia.
¿Cuánto más podrían soportar los terraquanos y monagueros? ¿Qué más faltaba?
Zylank ya había tenido suficiente. Les aguantó mucha mierda a muchísimas personas y toda la situación en la que el planeta entero se encontraba solo lo empeoraba. Y eso lo enfurecía más ahora. Y sin su hermana estaba dispuesto a acabar con Ursun.
—Ya es hora—dijo Sakar, celestial del tiempo, anunciando el inicio de la ceremonia.
—Llamaré a Zylank—dijo Morda, y utilizó su conexión celestial para llamar a Zylank a través del espíritu de Alique.
Zylank recibió la señal. Fue como una corazonada. Justo así lo sintió.
—Kolen, muchos terraquanos están asustados por todo el caos que está ocurriendo. Creo que el fin del planeta no les sienta muy bien tampoco. ¿Crees que es correcto que esta ceremonia se lleve a cabo aquí?—le dijo Junix a Kolen.
—Somos los celestiales, creadores del universo. Este planeta se ha condenado por sí solo. Está escrito en nuestro libro. Sabes muy bien que esta ceremonia debe hacerse aquí—respondió Kolen.
—Pero ¿no es algo cruel? Digo, esta gente ya ha sufrido bastante, ¿no crees?
—Por supuesto. Pero no podemos hacer nada. No podemos romper las reglas de nuestro hermano Alique.
El general Ursun descendía desde lo más alto del cielo. Lentamente fue bajando hacia la alfombra dorada que lo esperaba, la cual daba camino hacia los celestiales.
—¿Alguien puede decirme dónde está Alique? Digo, Zylank—dijo Sobernia.
—Debería estar aquí—respondió Morda.
Peter se escabullía entre unos edificios para poder ver así el espectáculo. Vio a Ursun caminar sobre la alfombra dorada ante tantas personas que estaban allí como si nada a su alrededor estuviese pasando. Y pensó: ¿Acaso están locos? ¿Cómo pueden estar ahí y hacer como si no estuviese pasando nada?
El gobernador Arnic también estaba allí, con su familia, de la mano de su esposa.
—¿Alique?—dijo Sakar, viendo algo radiante a lo lejos.
Ursun se sentía especial, se sentía único en el universo. Había esperado tanto por ese momento que ahora por fin era suyo. Lo que siempre había soñado. Había hecho tanto para llegar a él, había logrado tantas cosas buenas y malas que justo ahora ninguna pasaba por su mente. Asesinó, robó, inculpó, fue cómplice, la mente maestra, y nada fue en vano. Se sentía orgulloso, pero no de lo que había hecho, sino de sí mismo. Orgulloso de haber logrado lo que quería sin importar qué. Por eso sonreía.
Tantas batallas, tantos años de guerra, y tanto desprecio que hoy por fin valían la pena.
Qué triste que Zylank estaba llegando para arruinar sus sucios planes.
—¿Acaso es...?—dijo Sobernia, luego de su hermano, mirando el mismo brillo que se acercaba caminando.
—Sin duda lo es—respondió Sakar.
—Es la armadura de Alique—dijo Cranun.
—¿Alique?—dijo Morda.
Los siete hermanos celestiales se encontraban sorprendidos tras ver la armadura de batalla de su hermano muerto siendo usaba por aquel monaguero con "suerte", según Ursun.
—¿Qué está haciendo?—preguntó Poel, celestial de la fuerza, sorprendido, cuando vio que Zylank arrojó algo enorme en dirección de la ceremonia.
Todos dejaron salir suspiros y gritos de angustia. Rápidamente Kolen se dirigió a Ursun y trató de evitar lo que pudo ser un horrible accidente, pero no pudo. Al final sí ocurrió algo.
Empuñó su espada y atravesó el enorme escombro que Zylank arrojó utilizando toda su fuerza en dirección al general Ursun. Este se rompió pero un gran pedazo cayó sobre la cabeza del general, aplastándola y haciéndolo caer sobre la alfombra dorada.
Esta se llenó rápidamente de sangre azul. Todas las personas se levantaron de sus asientos y empezaron a correr, abandonando así el lugar de la ceremonia.
El gobernador Arnic resguardó a su familia en las instalaciones del edificio principal de la ciudad.
—¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ?—gritó Kolen, y se escuchó en todo el planeta, a lo que Zylank respondió con un movimiento rápido hacia lo ocurrido.
—¡URSUN!—gritó, eufórico—¡Eres hombre muerto!—e intentó terminarlo de acabar con la espada de Alique pero los hermanos del tiempo fueron mucho más rápidos y congelaron el momento.
Y todo quedo justo en ese instante.
Eso no podría estar sucediendo. Nada de eso debió haber sucedido. Todo aquello solo empeoró más las cosas. ¿Qué iban a terminar de pensar las personas? Tuvieron un poco de esperanza cuando vieron la armadura de Alique nuevamente, pero todo se vino abajo cuando Zylank arrojó el escombro.
¿Qué pasará ahora? ¿Qué harán los hermanos celestiales?
Zylank estaba cegado por la venganza y sediento de la verdad. Las posibilidades jugaban a su favor, incluso, estaban justo ahí, frente a él, pero la venganza no lo dejaba hacer lo correcto.
Lo que sí era seguro ahora era el juicio que los celestiales tendrían que hacer para él.
Pobre Zylank...
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La Creación de un Magnífico Final
Science Fiction¿Qué se puede hacer cuando el destino de una civilización entera está en tus manos? Una pregunta que invadió la vida de Zylank cuando todo en su vida cambió repentinamente.