Idiota Estirado.

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Aidan se levantó sin más y entró a la casa, no se molestó en mirar siquiera a los que estaban a su alrededor. Pudo divisar planos en la mesa, las computadoras que habían acondicionado al rededor, seguían encendidas.

Era como si ninguno de ellos durmiera. Siempre estaban activos.

Caminó en dirección de alguno de los Gemelos Potts. Le daba exactamente igual saber su nombre. Le quitó la taza de café de la mano y se lo llevó a los labios.

El líquido caliente le hizo sentir un pequeño ardor en la garganta, pero, comparado con la pérdida de Apolo, era algo que estaba gustoso de poder sentir.

Barry se quejó.

-¡Hey! ¡Prepárate el tuyo...!

Aidan lo miró inexpresivo.

-Tendrás que prepararte otro... Nada mal... -señaló la taza.

Le dio la espalda y fue a sentarse en el sillón mientras su cabeza no dejaba de gritar o pensar en todo lo que había pasado. Tenía ganas de golpearse con fuerza contra el suelo, con tal de callar todos esas esas veces, pensamientos e ideas.

Una era cada vez más mala que la otra.

Theresa, que bajaba las escaleras después de haber llamado a sus hijos, se apresuró a acercarse a Aidan. Lo mío tan tranquilo sobre el sillón que sintió una descarga de adrenalina creyendo que todo había salido bien y vería en unos segundos a T/n.

Cuando Aidan ni siquiera la miró, supo que nada bueno venía. La sabía. Su cuerpo se tensó.

-¿Qué ha pasado...?

Aidan la miró con tranquilidad. Llevaba la misma ropa de ayer, con el cabello rubio algo agitado después de una noche de no haber dormido como los demás.

-¿Porqué vienes tan herido? -le tomó la mejilla.

Miró a los lados, sabía que donde estuviera Aidan, Apolo iba a aparecer. Ellos eran inseparables, con uña y mugre. Pero no había rastro del rubio. Y eso le hizo el nudo más grande.

-¿Dónde está Apolo...?

-Tessa...-la rubia miró inmediatamente a su hermano.

-¿Y Jace...?- tragó duro -¿Donde esta Jonathan?

-Aquí estoy...

Aidan los miró a todos, dándole otro trago al café. Vio cómo Theresa cruzó la sala en una fracción de segundo antes de abrazar con fuerza a su prometido. Jonathan a rodeó de inmediato diciéndole algo al oido. Theresa susurró algo antes de sorber la nariz y besarlo. Aidan había visto que con la única persona con la que Theresa se demostraba vulnerable, era con él.

Había algo en ambos que le hacía querer gritarles que se fueran a besar a otro lugar. Era algo que el no tenía.

Amor.

Su estómago se encogió al verlos. Era tan masoquista que no apartaba la mirada. Así como Jonathan veía a Theresa y demostraba todo con una sola mirada, así es como él se sentía con T/n. Pero ella no estaba. Y ahora, tampoco su mejor amigo y confidente.

Así era el mundo donde había elegido vivir. Si amabas a alguien, no podías perder ni un solo segundo en demostrárselo y decírselo, porque todo podía cambiar en cualquier momento. Una bala podía atravesar su cabeza en cualquier estancia de tiempo.

Todos en ese lugar habían aprendido a amar y a dejarse ver vulnerables con sus personas. En ese momento, Aidan se veía más duro que una roca. No parecía afectarle nada. Una frialdad sumamente preocupante para los demás.

Protegiendo a la corona.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora