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Favor leer con discreción

Enero, 1980

Fue rebajado en un simple segundo, cayendo de ese pedestal de felicidad que duró un año y tres meses. Y mientras sus rodillas topaban el suelo e intentaba sujetar las piernas de Liú Tian, llorando y suplicándole a su padre para que no se lo llevase, Charles supo cómo terminarían las cosas. Y con ese final, también se esfumaría cualquier rastro de felicidad.

Alcanzó el tobillo de Tian cuando su padre lo arrastraba fuera del cuarto. Sus dedos rozaron su calcetín con rombos, y luego su mano se cerró quedándose con la media. Tropezó en la esquina del pasillo al doblar rápido, su codo estrellándose con la madera al intentar agarrarlo otra vez.

Liú Tian tenía sus brazos sujetando la muñeca de su padre para soportar algo de la presión que ejercía en su cabello, su rostro estaba contraído, su respiración era agitada, sus piernas intentaban aferrarse a cualquier mínima ranura del suelo para hacer presión.

Los alcanzó en la entrada. Xiao Zhen se tiró sobre su padre, agarrándolo por la garganta con el brazo. Hizo presión hacia atrás.

—Suéltalo —dijo—. Suéltalo... suéltalo, ¡suéltalo!

No lo hizo.

—Te lo suplico... por favor, suéltalo.

Estrechó el agarre.

—Por favor.

Pero entre más apretaba el cuello de su padre, este más jalaba de Liú Tian para arrastrarlo los últimos metros que quedaban. Luego, la puerta se abrió y Xiao Zhen sintió una patada en las costillas que le hizo perder el agarre. Recibió un segundo golpe que lo tiró al suelo sujetándose el costado del cuerpo. Los soldados lo pusieron de estómago contra el piso, sus brazos tras la espalda con su mejilla pegada en la madera oscura que brillaba bajo suyo.

Y a unos pasos, Liú Tian en el suelo con su padre encima. Gege había estirado el brazo hacia él como si buscase alcanzarlo, con el otro intentaba hacer presión entre las manos de su padre para alejarlo de su cuello.

—No mires —le pidió Tian, sus labios estaban rojos—. Por favor, no mires.

Su padre, al percatarse de aquello, volteó el rostro hacia Charles. Tenía las mejillas sonrojadas y el cabello revuelto, sus manos todavía apretaban el cuello de Liú Tian que ahora apenas luchaba.

—Mira —le ordenó.

—No... mires —jadeó Liú Tian.

—¡Mira!

Xiao Zhen fue jalado del cabello para direccionar su barbilla hacia ellos.

—Papá, por favor —le suplicó, la madera quedando húmeda por sus lágrimas—. Haré lo que sea, lo que quieras pero... déjalo ir  —su voz se quebraba, se ahogó en el llanto—. Déjalo ir... te juro que haré todo lo que quieras... todo.

Las manos de su padre se cerraron con más fuerza.

—Mira —le ordenó.

Liú Tian intentaba alcanzarlo a pesar de que estaba demasiado lejos, su mano aún estirada hacia él.

—Carlitos, no...

—¡Mira!

Las pestañas de Liú Tian empezaban a revolotear cansadas.

—No... mires.

—¡Mira! ¡Mira y aprende tu lección, Charles!

Liú Tian ya no peleaba, había dejado caer los brazos y piernas.

Su cumpleaños era mañana, Xiao Zhen todavía mantenía escondido su regalo bajo la tabla suelta de su habitación.

Tenía que entregárselo.

Debía hacerlo.

—Por... favor, Carlitos —susurró Tian, su voz casi no se oía—. No mires.

Entonces, Xiao Zhen cerró los ojos.

Entonces, Xiao Zhen cerró los ojos

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Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora