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Octubre, 1990

Desde que habían comenzado a salir hacía un mes, Liú Tian se sentía triste. Si bien aquel nuevo romance que permitió florecer debía ser motivo de sonrisas y sueños ilusos, lo cierto es que ocurría lo contrario. Desanimado y dando suspiros pequeños que no podía contener en su interior, Liú Tian limpiaba la barra de la cafetería cuando Luan se le acercó y le acarició el cabello con cariño.

—¿Estás bien? —le preguntó.

—No, ahora los días se sienten simplemente como días.

Luan recorrió con la vista la cafetería que estaba vacía a excepción por una pareja de mujeres.

—¿Y por qué no terminas con ese tipo si no te hace sentir especial?

Por Charles.

Porque si estaba en pareja con otra persona, sentía que le debía por lo menos fidelidad física. Y como Tian no podía regresar con quien realmente quería estar, los días seguirían siendo solo días, sin esas mañanas especiales que daban paso a una noche donde podría disfrutar de él. Ahora solo eran días eternos que comenzaban y finalizaban en la misma monotonía.

Liú Tian no alcanzó a responderle porque la campanilla de la entrada replicó anunciando un nuevo cliente. Sintió un nudo en el estómago al ver aparecer a Franco. Como siempre, llevaba su chapa con la bandera de la Comunidad colgada, esta vez, en su bolso. El hombre le saludó, Liú Tian sabía que su sonrisa se veía tirante en su boca.

—Hablando del rey de Roma —se burló Luan dándole un golpe compasivo en la espalda—. Llegó tu amado novio.

Franco llegó a la barra y se estiró para darle un beso. Algo nervioso, Liú Tian desvió la barbilla en el último instante. Sintió que sus labios cálidos tocaban la comisura de su boca. Riéndose algo histérico, Tian se llevó un mechón tras la oreja.

—Tinturaste tu cabello —comentó Franco.

Tras un ataque de ansiedad que no pudo controlar demasiado bien, la noche anterior Liú Tian había terminado desquitándose con su pelo. Se lo había teñido de rojo, por lo que todavía no se acostumbraba al cambio. Franco, no obstante, parecía bastante maravillado con algo tan simple.

—Tengo un novio muy guapo —lo halagó.

—Gracias —contestó Liú Tian—. Pensé que hoy no venías.

—Estaba cerca y decidí pasar.

—¿Por un café? ¿Te preparo el de siempre?

—Por ti —le aclaró.

Vaya.

Liú Tian no supo qué responder así que aguardó en silencio.

—El día está bonito —continuó Franco aún animado—, ¿no te gustaría ir a dar una vuelta?

—Estoy trabajando —se excusó de inmediato.

Franco comprobó la cafetería.

—Hay pocos clientes.

—Sí, pero Luan...

—¡No me metas a mí! —gritó el susodicho desde la cocina.

¿En serio su mejor amigo seguía siendo ese monstruo malhumorado y malvado?

Replicó la barra con sus dedos.

—Luan necesita de mi ayuda —terminó por fin.

—Puedo atender solo —aclaró su amigo posicionándose a su lado en la barra. Con una sonrisa puro dientes, Luan observó primero a Franco y luego a él—. Ve, Tian, yo te cubro, tu novio está esperando por ti.

Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora