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Noviembre, 1979.

Sus pasos eran tranquilos y lentos, mientras caminaba a su segunda clase de la mañana. Los días comenzaban a ponerse frío, pero a Liú Tian se le había olvidado su chaqueta, por lo que iba con las manos metidas en los bolsillos y los hombros encogidos. Al pasar por fuera de la Facultad de Ciencias, donde se extendían las áreas verdes de la universidad, divisó a la distancia dos figuras bajo un árbol. Eran Luan y André.

Liú Tian alzó las cejas sorprendido.

André estaba detenido frente a Luan y jugaba con un trompo que tiraba en una tabla ubicada entre ambos. Parecía estarle enseñando trucos. Luan se reía de algo que hablaban.

Nunca había visto a su amigo así.

Relajado.

Y a la vez nervioso.

Ansioso por la forma insistente en que se apartaba un mechón de la frente y observaba a André que no hacía nada interesante.

La imagen era la representación misma de la ilusión juvenil del primer amor, ese amor que aún no se desgastaba por el odio, ni presentaba un corazón roto.

Liú Tian decidió perderse la siguiente clase y esperó a que Luan se quedase solo. A los minutos, André recogió la tabla y guardó el trompo en su bolsillo, en tanto Luan continuaba sentado con un libro grande a su lado. Finalmente, su amigo se quedó solo.

Se le acercó con las manos en los bolsillos porque seguía teniendo frío.

—Hola, Lu —lo saludó tomando asiento.

—¿No deberías estar en clase?

—Decidí faltar.

—¿Por qué?

Se encogió de hombros.

—Te vi y decidí que quería quedarme conmigo.

Luan lo examinó sin entender, luego frunció el ceño.

—No me estoy muriendo, si ese es tu temor.

Eso le sacó una sonrisa que sonaba tan ilusionada como la imagen entre Luan y André jugando con un trompo en un trozo de madera.

—Sé que no te estas muriendo, simplemente quería estar contigo.

—Me estás dando miedo.

—Hace tiempo que no hablamos.

—Ayer almorzamos juntos, y antes de ayer, y antes...

—Entendí —lo cortó dándole un coscorrón—. Me refería a conversar, Lu, no a hablar de cosas sin importancia.

Todavía extrañado y viéndose algo alarmado, Luan asintió.

—Bien, ¿y de qué quieres charlar?

Se encogió de hombros otra vez.

—No lo sé.

—Tendrás que ponerle más esfuerzo si quieres que esto funcione.

Liú Tian se lamió los labios.

—¿Te puedo hablar de Charles?

Luan suspiró y puso los ojos en blanco con exasperación.

—Dilo antes de que me arrepienta.

—Ayer Charles me dejó hacérselo.

—¿Hacerle qué? ¿Peinarlo?

—El amor.

Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora