Capítulo Especial

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Capítulo especial

Los hermosos, rutinarios y tristes años siguientes

Noviembre, 1990

Desde la entrada del cuarto Irina observaba a Charles, mientras él intentaba guardar algo de ropa en un bolso que había encontrado al final del ropero. A lo lejos se captaba la voz calmada de Liú Tian jugando con Nana para distraerla, porque Charles se marchaba de casa y esta vez no sería una salida de fin de semana. Llegando el lunes, él no regresaría como había ocurrido hasta ese momento.

Tras cerrar la mochila, Irina se le acercó. Su expresión no demostraba enojo ni decepción, quizás una pizca de tristeza; lo cual era entendible considerando que su marido por ocho años se estaba yendo con su amante. No era una situación deseada, ni mucho menos esperada, por lo que Charles se movía alrededor de ella con cuidado.

Para su sorpresa, no hubo una recriminación por parte de Irina, sino que agarró el dinosaurio roto que continuaba en su velador y se lo tendió.

—Se te queda esto.

Charles lo agarró y le movió su única pata. Tras limpiarle la capa de polvo que tenía el rostro alargado y verde, se lo regresó a Irina.

—Puedes dejarlo en el cuarto de Nana —pidió—. Por si me extraña.

También para que no lo olvidara. Porque otro gran miedo que le asfixiaba desde que decidió marcharse era que Nana dejara de necesitarlo. Era incapaz de quitarse de la cabeza la idea de que podría convertirse en un evento más de su niñez.

—No lo necesita —aseguró tendiéndole el juguete. Y cuando el nudo de pavor empezaba a formársele en la garganta, ella continuó—. Seguirás viendo a Nana, Charles. No te la voy a quitar.

Se puso de pie con el dinosaurio contra el pecho. Y se sintió como el Charles que corrió por la casa suplicándole a su papá para que soltara a Liú Tian. Se sintió inútil, patético, atemorizado.

Nada.

Se sintió otra vez nada.

—Por favor —suplicó porque él, después de todo, se había acostumbrado a rogar por cada pequeña cosa que le importaba en la vida.

Notó su delicada sonrisa, que era acompañada con unos ojos que reflejaban lástima.

—Te lo prometo —dijo ella.

Agarrando su bolso que contenía una década de vida, Charles se lo colgó en el hombro. Mantuvo el juguete entre las manos, mientras Irina lo empujaba por la espalda. La voz de Liú Tian fue perdiendo fuerza a medida que sus pasos se acercaban a la sala de estar. Se lo encontró sentado en el suelo, Nana estaba en el sofá a su espalda. Gran parte de su cabello se encontraba sujeto en una coleta, en tanto uno de sus párpados estaba manchado con sombra café, al igual que sus labios.

La postura de Liú Tian se volvió nerviosa.

—¿Estás listo? —quiso saber.

—¿Para qué, Titi? —cuestionó Nana.

Charles dejó su equipaje en el suelo y se les acercó con el juguete. Se lo entregó a Nana. Liú Tian se puso de pie y se alejó, mantenía las manos en los bolsillos de su pantalón; era evidente que intentaba no mirar a Irina.

—Nana —comenzó Charles hablándole a su hija—, ¿recuerdas la conversación que tuvimos ayer?

Los ojos de la niña se abrieron enormes, su pestañear fue lento e impreciso.

—Sí —susurró ella.

—Desde ahora estaré viviendo con tu tío Lu y Tian.

—¿Y yo con mamá? —preguntó Nana, tal cual le había explicado en más de una oportunidad.

Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora