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Junio, 1979.

Xiao Zhen se tocó la nuca con actitud nerviosa. Llevaba solo cinco minutos cenando con su padre y ya quería escapar. No soportaba esa tensión densa que no lo dejaba respirar, ni mucho menos quería seguir rodeado por ese silencio que nadie interrumpía. Sentía ganas de vomitar y le dolía la cabeza, deseaba irse a su cuarto a dormir, pero eso no ocurriría hasta que su padre le autorizase levantarse de la mesa. Y no lo iba a hacer hasta que se terminase su cena.

—Es necesario —entonces su padre habló.

Alzó el mentón para observarlo.

—Está bien —aceptó con docilidad.

Pero no lo estaba, hace horas que padecía ese sentimiento de pura desesperación y pavor. Hizo girar en su plato una masa de arroz.

—¿No te interesa saber mis razones? —lo cuestionó con algo de molestia.

Xiao Zhen se encogió de hombros.

—No realmente.

—«No realmente», ¿qué?

—No realmente, señor —susurró.

Los cubiertos que utilizaba su padre resonaron contra el plato cuando los dejó caer con brusquedad. Por el rabillo del ojo notó que llamaba al chef.

—Puedes retirarte por hoy —le informó.

Xiao Zhen tragó saliva.

Se sintió eterna la espera mientras el empleado terminaba de recoger sus cosas para marcharse. Cuando finalmente lo hizo, su padre se centró en él. Xiao Zhen intentó comer un poco de arroz, pero se le quedó una masa pastosa en la boca que no podía tragar.

—¿Buscas otra vez ser disciplinado?

La bola de arroz se le devolvió por la garganta cuando la intentó tragar. No podía, simplemente no podía tragarla. Entonces, vomitó a un costado de la mesa.

Contrario a la tensión que se vivía en la casa Gautier, la música estridente del club se colaba al pasillo del baño. Las conversaciones eran casi aplacadas por el ruido, a excepción de las voces de dos amigos peleando. Uno afirmaba la cintura del otro, en tanto el segundo se sujetaba del marco de la puerta para hacer palanca.

—Que. Me. Dejes. ¡Lu! —gruñía Liú Tian.

—¿Qué parte de «André está en el baño» no entendiste? —cuestionó Luan alzando el tono varias octavas.

—Pero quiero ir a hablar con él.

—¡No puedes hacer eso!

—¿Por qué no?

—¿Cómo vas a ir a hablar con él?

—Qué tiene.

—¡Cómo que qué tiene! No puedes. Si él te ve, se dará cuenta que eres gay.

—¿Y cuál es el problema? Sería un «gay conoce a otro gay». Podríamos hacernos amigos.

—¿Pero y yo, Tian? Pensará de mí algo que no es.

Liú Tian puso los ojos en blanco.

—Luan, por favor.

—¿Qué?

—¿Te das cuenta de que estamos en un club gay?

—¡Por eso mismo!

Suspiró.

—Claro, porque tú por supuesto que viniste solo a bailar.

—¿Oigo algo de ironía en tu voz?

Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora