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Junio, 1979.

Liú Tian no se sentía así de miserable desde que Xiao Zhen lo había rechazado diciéndole que no quería ser como él. Porque, después de todo, ¿quién querría eso? Como bien había analizado Luan, ¿a quién le gustaría ser expuesto a la humillación, a la condena social, a ser rechazado por su familia y amigos? Nadie quería enfrentar el pelotón de fusilamiento solo por amar a alguien, por muy intenso que fuese ese amor.

Entonces, ¿por qué André actuaba de esa manera? Estaba claro que, para todos ellos, la lucha por la libertad del país no era más que un juego en el cual no perdían nada; su privilegio, después de todo, se protegía mejor con la dictadura que sin ella.

¿Y si eso era lo que buscaban? Fingir ser un movimiento opositor para infiltrarse en la real lucha y así desbaratarla desde adentro. Sus pensamientos se detuvieron de golpe cuando Xiao Zhen soltó un quejido suave y volvió a moverse. Estaba por fin despertando.

Comprobó de manera rápida a Luan, que permanecía atado de manos y reducido en el piso, luego a los demás que habían interrumpido su pelea para voltearse hacia Xiao Zhen, que gemía nuevamente.

—O me dejas ir a verlo o vas tú —amenazó Liú Tian a Irina—, la tercera opción es una botella en tu cabeza. Soy capaz de dejarte inconsciente. A diferencia de André, en este momento eres mi enemiga y te voy a tratar como tal, no tendré compasión.

Irina pasó por arriba de Luan para ir hacia Xiao Zhen. Aprovechando su despiste, Tian se movió hacia su amigo y le desató las manos con un tirón limpio. Dana fue la primera en descubrirlos y dio la advertencia a Irina.

—No somos infiltrados —insistió Liú Tian alzando los brazos. En tanto, Luan quedó a medio movimiento de ponerse de pie. Tenía las rodillas y el pecho contra el piso, pero el trasero alzado—. Ya les expliqué la razón por la que mentimos, no hay nada más allá de eso.

Sin embargo, Dana y Amelia se acercaron preparadas por si alguno de los dos hacía algún movimiento inesperado. Eso era incluso ridículo de pensar porque, si bien eran mucho más bajas que Liú Tian, ¿en serio creían que él se pondría a pelear con ellas? Sus puñitos eran demasiado débiles para eso, con posibilidad se terminaba torciendo hasta el hombro si intentaba dar un golpe. Liú Tian no servía para pelear, él solo tenía su lengua astuta y, bueno, a Luan.

—Estoy siendo un pésimo novio en este momento —protestó Liú Tian, actuando de manera tonta y consentida para que los demás bajasen sus barreras—. Solo quiero comprobar si Charles está bien, ¿es tanto pedir?

Amelia y Dana se miraron. Por supuesto que aprovechó la oportunidad y pasó por arriba del trasero alzado de Luan. La expresión de Irina era una pintura de enojo cuando se arrodilló a un costado de Xiao Zhen.

—¿Qué? —le cuestionó a la chica—. No quiero que luego me recrimine. Me auto condecoro como mejor novio del mundo y no voy a perder mi medalla.

—¡Tian! —protestó Irina.

Cuando iba a continuar, le posicionó la palma sobre el rostro.

—Habla con mi mano, Irina.

Luego, se estiró con cuidado hacia Xiao Zhen y le apartó un mechón de la frente.

—Carlitos —susurró—, soy Liú Tian.

Xiao Zhen pestañeó con dificultad mientras Liú Tian tironeaba de la chaqueta de Irina para que le comprobase el golpe.

—Llegaste —balbuceó Charles con confusión.

—Por supuesto, no soy un fantasma —bromeó y le agarró el brazo para posicionarlo sobre su pecho—. ¿Ves? Soy un Liú Tian muy tocable.

Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora