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Agosto, 1979.

Xiao Zhen continuaba sin tener amigos, pero tenía a Liú Tian, quien no solo era su amigo, también era su novio y la persona que más quería en la vida. Era simplemente Liú Tian, quien siempre le sonreía con cuidado y cariño; como en ese preciso momento, que se reía tranquilo a pesar de lo que acababa de ofrecerle. Mientras el ruido del viento contra el suelo era lo único que rompía el pronto silencio incómodo entre ellos, Liú Tian le acariciaba la punta de la nariz con el dedo meñique. Todavía se encontraban recostados contra el talud del dren que pasaba por al lado del camino de tierra.

—Se está tan cómodo y protegido aquí —bromeó Liú. El gorro de paja se le había caído dejando al descubierto su cabello negro desordenado. Tenía el pelo aplastado en la nuca y algo sudado en la frente por el calor.

Él no creía conocer a alguien más hermoso.

Gege.

—Otro día, Xiao Zhen —lo reprendió con los labios fruncidos—. Hablaremos de eso otro día.

—Pero...

—Estás buscando que te silencie con un beso.

Gege...

—Fuiste advertido.

Sus labios eran suaves y calientes contra su boca. Xiao Zhen cerró los ojos con un nudo en el estómago al sentir la lengua de Liú Tian tocando la suya. En respuesta, él le mordió el labio. La entrepierna de Liú Tian palpitó contra la suya anunciando una pronta erección si continuaban besándose así.

Pero qué importa, pensó Xiao subiéndole otra vez la camiseta por la espalda para tocar su piel canela. Qué importaba que estuviesen besándose al aire libre a un costado del camino, qué importaba cuando la capital y sus problemas se encontraban a una distancia de trescientos kilómetros. En ese lugar, donde el sol pegaba fuerte sobre sus cabezas, solo parecían importar ellos dos.

Cuando finalmente Liú Tian se separó, Xiao Zhen se sentía atontado. Vio a su novio lamerse los labios quitando los restos de humedad que había dejado su boca en él. Sus dedos se estrecharon en la cintura de Liú, apretándolo un poco más contra su entrepierna. El chico contra su mejilla, su risa grave y algo rota haciéndole cosquillas en el oído.

—Si seguimos así, Carlitos, vas a hacer que me replantee todos mis gustos —los dientes de Liú Tian estuvieron contra su mentón mordiéndole solo un poquito, dejando más que nada un camino húmedo—. Porque quiero comerte.

Hazlo, quiso responderle.

—Pero soy muy consentido —continuó, estirando el cuello para dejar al descubierto parte de sus clavículas—. Prefiero que mi novio me consienta en la cama.

—Siempre eres mimado, gege.

Le dio un beso en el cuello. Liú Tian se estremeció sobre él, apoyando los brazos a los costados de su rostro para sujetarse. Xiao Zhen iba a continuar con ese juego, pero Tian se alzó y se colocó de rodillas entre sus piernas abiertas. Entonces, dio un largo suspiro y agarró su olvidado sombrero de paja.

—Fue divertido mientras duró —dijo peinándose.

Xiao Zhen también tomó asiento.

De pronto, Liú Tian chilló asustado y se puso de pie de un brinco. Movió los brazos de manera exagerada al hablar.

—Nos caímos por el dren.

Detenido a un costado del camino, los observaba un adolescente. Era muy parecido a Liú Tian, solo que tenía la mandíbula algo más afilada. Sus ojos oscuros recorrieron primero a Liú Tian, que fingía demencia limpiándose los pantalones y susurrando cosas sin sentido, y luego hacia Xiao Zhen, que también se colocaba de pie. Posicionado al lado de un histérico Liú, se lamió los labios y después se los limpió con el dorso de la mano, quitando cualquier rastro de saliva. Dijo lo primero que pensó.

Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora