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Diciembre, 1979

Apenas el sol despuntó en el cielo, Liú Tian ingresó a la universidad. Con las manos metidas en el abrigo y el vaho formándose frente su rostro, avanzó por el recinto estudiantil que estaba prácticamente vacío a esa hora. Las únicas personas que transitaban por el lugar eran otros universitarios que, al igual que él, necesitaban realizar algún trámite. El edificio de administraciones ya tenía una larga fila que daba vuelta en los arbustos. Contó de manera apresurada a todos los que tenía delante. Iba a estar por lo menos dos horas ahí y se estaba muriendo de hambre.

Le preguntó a la chica de adelante si podía guardarle el puesto. Ella asintió. Mientras Liú Tian se dirigía a un negocio para comprar un té, rebuscó en su abrigo alguna moneda. Estaba contándolas al chocar con alguien.

—Disculpa, yo... Charles.

Xiao Zhen parecía tan sorprendido como él.

Durante esas dos semanas, solo se habían visto una vez en la cancha de basquetbol. Liú Tian lo había extrañado tanto que incluso le había comprado dos almuerzos a Luan para que le contase cómo estaba Charles.

—¿Qué haces aquí tan temprano? —quiso saber, tocándole la mano con la punta de los dedos.

Xiao Zhen la apartó de inmediato.

—Trámites —respondió desviando la mirada.

—Yo también vine a eso, necesito mi concentración de notas — lo tiró por el brazo—. Te colaré en la fila, pero acompáñame por un té.

Caminaron hacia el negocio, Xiao Zhen se tocaba la nuca con actitud nerviosa. Y eso, por supuesto, que él lo notó.

—¿Y tú qué papel necesitas? —preguntó tras pedir su té.

La dueña del negocio sacó agua de un hervidor gigante.

—Mm, necesito un certificado.

Un buen mentiroso siempre detectaba las mentiras de otros.

Se preguntó por qué Charles le estaría ocultando algo tan burdo como la tramitación de un papel.

—¿Y para qué? —insistió.

No le echó azúcar a su té, por las mañanas le gustaba amargo como su alma madrugadora. Tras pagar, se giró hacia Xiao Zhen con las cejas arriba.

—Mi papá lo necesita.

Frunció el ceño, aunque lo dejó estar.

Regresaron a la fila. Se pusieron detrás de la chica que le había guardado el puesto, habían llegado por lo menos otros quince estudiantes.

Al percibir que Xiao Zhen lo observaba, le sonrió.

—Tu mejilla está mejor, gege —dijo.

Tian le dio un sorbo a su té. Estaba caliente, su lengua quedó adolorida.

—Luan me contó que faltaste algunas clases, ¿está todo bien en tu casa, Carlitos?

El chico bajó la mirada de inmediato.

Liú Tian le dio otro sorbo a su té, nuevamente se quemó la lengua.

—No mucho —suspiró Xiao Zhen.

No le había mentido, su expresión era sincera.

—¿Por todo el desastre político que hay? —Charles asintió. Tian bajó la voz hasta que se convirtió en un susurro—. ¿Es cierto que se está evaluando la posibilidad de un plebiscito?

Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora