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Julio, 1979

Liú Tian pesaba menos de lo que aparentaba, sus largas piernas se entrecruzaban alrededor de la cintura de Xiao Zhen. Su aliento le hizo cosquillas en el cuello, luego aquella boca hambrienta buscó la suya mientras las manos de Xiao Zhen exploraban su piel bajo la camiseta. Le delineó la columna vertebral como si estuviese tocando el piano más preciado del mundo.

—Estás más delgado —susurró Xiao Zhen besándole la mandíbula.

Liú Tian soltó el aliento contenido y movió la cabeza para darle más acceso a su cuello.

—No he podido comer por la preocupación.

Preocupaciones, ellos tenían muchas. Pero en ese momento, donde los músculos de las piernas de Liú Tian temblaban a medida que él le tocaba el trasero, no existía ninguna.

—¿Cómo lo haremos cuando tu señor padre instale cámaras en tu casa? —dijo Liú Tian, el flequillo le cayó por el rostro cuando se inclinó para darle un beso a la espera de su respuesta.

—No creo que pase por ahora, ha cotizado en muchas empresas.

—¿Los precios están muy altos?

—No, creo que tiene miedo de que los soviéticos pueden ingresar al sistema de cámaras para espiarlo.

Aquello le sacó una carcajada feliz a Liú Tian.

—Soy más inteligente que el general Gautier.

Tras eso, Liú Tian apoyó la mejilla contra su hombro y lo besó sobre la ropa. Xiao Zhen metió otra vez las manos bajo su camiseta y bajó por su cintura hasta que estuvo nuevamente sujetándolo por el trasero. La erección de ambos palpitó contra la otra, mientras las hebillas de sus pantalones entrechocaban con un ruido metálico que solo aumentó la excitación entre ambos.

—Carlitos bonito —susurró Liú Tian, sus dientes encontraron una vena que le latía en el cuello—. Quiero ir a prepararme.

Xiao Zhen tragó saliva y lo soltó con algo de dificultad. Liú Tian tomó asiento sobre su entrepierna, la erección de Xiao Zhen debía latirle en el interior del muslo. El chico se quedó unos segundos respirando de manera agitada, entonces se bajó de su regazo y fue por la bolsa negra de basura, que había dejado tirada en el suelo cuando llegó a visitarlo.

—Demoraré en esto, ya lo sabes —advirtió Liú antes de encerrarse en el baño del cuarto.

Él sabía que su novio tardaría por lo menos media hora en eso, hace unos días ellos ambos habían conversado sobre eso con sonrojos y muertos de vergüenza. Sin embargo, era necesario, dentro de nada harían algo mucho más que hablar de eso y jamás sería un momento agradable para ambos si cada cual mantenía sus preocupaciones para sí mismo.

Cerrando los ojos, Xiao Zhen recostó la cabeza contra la almohada. Su garganta subió y bajó del nerviosismo. Se quedó unos minutos así y luego secó sus palmas sudorosas contra el jean. Se puso de pie y salió del cuarto.

Paseó por la casa asegurándose que continuasen solos. A pesar de no encontrar a nadie, la inquietud no lo dejó descansar, por lo que regresó a la sala de estar y posicionó un jarrón grande de cristal contra la puerta principal, así podría ser advertido con antelación si alguien ingresaba a la casa. Más tranquilo, fue hacia la cocina y preparó dos ramen y agua caliente que dejó en un jarrón. Al regresar a la habitación, Liú Tian todavía no salía. Acomodó todo en el escritorio y cerró otra vez con pestillo su cuarto. Sacó el frasco trasparente con lubricante y lo dejó en la mesa al costado de su cama.

Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora