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Noviembre, 1979

El cabello mojado de Liú Tian se agrupaba en mechones dispares, la piel de las mejillas le ardía por la lacrimógena que había caído cerca. Luan tenía el rostro tan irritado como el suyo, su melena también estaba mojada debido al agua con bicarbonato que les habían lanzado para neutralizar al gas. Ambos se habían conseguido unos paños para cubrir sus narices y poder continuar en medio de ese caos.

Por el movimiento de la masa, se mecían de derecha a izquierda. Liú Tian había caído al suelo ya en cuatro oportunidades. Cuando sus rodillas volvieron a doblarse, Luan lo sujetó por las axilas para mantenerlo de pie.

—¡Vas a morir aplastado! —exclamó su amigo—. Estás cansado, es mejor que regresemos. Esta lucha no terminará hoy.

También estaba algo mareado porque llevaba prácticamente una hora respirando poco y siendo aplastado por la gente. Además, estaban en la línea de la fumarola negra que se elevaba en el aire, por lo que todo lo que olían estaba pasado a gas y a quemado.

—¿Cómo salimos?

Porque ellos estaban en el sector sur de la Plaza de la República, que ya había sido rodeada por uniformados. Todas las calles de evacuación tenían buses y filas completas de militares esperándolos para llevárselos detenido.

Luan lo tomó de la mano y tiró de él. Se movieron en zigzag, su amigo se abría paso a codazos y obligaba a Liú Tian a meterse en los pequeños espacios que iba dejando libre. Llegaron hasta un lugar más despejado. Los encapuchados habían arrasado con casi todas las señaléticas de la calle para usarlas como barrera contra los camiones que los militares intentaban meter.

De algún modo, Luan se había conseguido limón y se lo entregó.

—Para tu garganta.

Liú Tian estrujó la fruta contra sus labios. Ya no le ardía tanto respirar, aunque todavía estaba mareado. La chaqueta que le había entregado Xiao Zhen estaba sucia con carboncillo y rota en uno de los codos cuando se tropezó escapando.

Xiao Zhen.

¿Estaría en su casa a salvo?

¿Sería todavía su casa un sitio seguro?

Se le hizo un nudo en el estómago.

Tomó a Luan por el brazo.

—¿Cuánto me odiará si te pido que vayamos a la casa de Charles?

—Nada porque no te lo voy a permitir.

—Luan.

—No, así que cállate.

—Necesito ver si está bien.

—Puedes llamarlo por teléfono.

Frunció los labios, pero lo aceptó.

Una ventisca helada había empezado a correr, lo que dispersaba mucho más la nube de los gases. Metió las manos en los bolsillos, entonces sus dedos tocaron algo.

El corazón se le fue al piso.

Porque en su mano tenía la placa que identificaba a Xiao Zhen como familiar del general Gautier.

Luan lo observó alarmado.

—¿Qué te pasa?

—Tengo la placa de Charles —susurró, sus labios habían empezado a temblar—. ¿Y si...?

No alcanzó a terminar porque recibió una patada que lo mandó al suelo. Sus manos alcanzaron a soportar gran parte del golpe. Alguien lo pisó. La multitud empezaba a correr. Luan lo buscaba desesperado.

Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora